El Progreso 31/03/2020
LA ORQUESTA DEL trasatlántico Florida toca una de las piezas de su repertorio cuando sucede el accidente. Ellos tienen más suerte que los músicos del Titanic, pues todos salvan vidas e instrumentos. No así otras 35 personas que mueren aquella tarde del primero de abril de 1931 frente a Málaga.
Uno de ellas es el jornalero Máximo Cea Núñez (Lugo, 1891), que regresa de Buenos Aires hasta Barcelona como emigrante golondrina.
La emigración golondrina se desplaza a los países con trabajo en determinadas épocas del año para regresar a sus puntos de origen una vez acabada la temporada.
Él y el almeriense Santiago Martínez son las dos únicas víctimas españolas, pues el Florida no suele ser un trasatlántico habitual de los españoles.
El barco, de 20.000 toneladas, pertenece a la Compañía Francesa de Transportes Marítimos, de Marsella y viaja con 500 pasajeros y 160 hombres de tripulación.
A cuarenta millas del puerto andaluz, el paquebote va a sufrir uno de los accidentes más extraños de la historia, al ser abordado por el portaaviones inglés Glorious, que se encuentra de maniobras en el Mediterráneo con otros veinte buques de la escuadra inglesa.
Los pasajeros observan cómo los barcos se mueven en todas direcciones, entre ellos, el portaaviones Glorious, que es el atractivo principal de aquel espectáculo. De su cubierta parten quince o veinte aparatos para volar sobre el transatlántico a escasísima altura. El portaaviones cruza cerca de éste en varias ocasiones y a gran velocidad, puesto que en una de sus travesías ha cubierto el recorrido entre Londres y Malta en menos de 48 horas.
A las cuatro de la tarde, después de comer, los pasajeros se entretienen con la vista de la flota y la música de Carlos Flores y su orquesta, unos músicos argentinos que embarcan en Las Palmas y que pagan en especie su billete a Barcelona.
El Florida entra en un banco de niebla. Funcionan las sirenas y se toman precauciones. Acorta su marcha, pero el pasaje comienza a preocuparse.
Minutos después se distingue el sonido de una sirena inglesa muy cercana, a la que contesta el Florida. Una nueva señal estridente advierte que el portaaviones está encima del paquebote. Un segundo más y su enorme masa rasga la niebla para empotrarse contra ellos en medio de un enorme estruendo.
Lo ha alcanzado a estribor, en la zona de los alojamientos de tercera clase, donde viajan todas las víctimas.
Para transbordar al Glorious, los pasajeros de primera sólo tienen que saltar la barandilla del Florida, pero tras ellos llega la avalancha de viajeros de segunda y tercera. No todos pueden pasar al mismo tiempo, porque solo es posible ir de uno en uno a través del estrecho pasaje.
Casualmente, la cubierta superior del transatlántico y la plataforma del portaaviones se hallan en el mismo plano horizontal, lo que facilita el salvamento, pero poco después el buque empieza a hundirse, y es necesario colocar un tablón y unas amarras para continuar la evacuación, que se prolonga más de hora y media en medio de gritos, lágrimas y alaridos de los que aguardan su turno.
Las mujeres y los niños tienen prácticamente el mismo tratamiento que los varones. No se puede evitar dado el tropel de gente.
El doctor español Gamboa, se niega a subir al Glorious, y recorre todos los camarotes de tercera para indicarles el camino de la salvación. Después, atiende a los heridos, por lo que es propuesto para la cruz de Beneficencia y la del Mérito Naval.