Julia López López

Superviviente del Principessa Mafalda

Julia López es testigo del hundimiento del trasatlántico frente a las costas brasileñas

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El Progreso 20/08/19

LA BIOGRAFÍA DE Julia López López (Quiroga, 1891) no se encuentra en ninguna parte, pero es novelesca. Nace en Vilar de Mondelo, uno de los dos lugares de la parroquia quiroguesa de Santa María de Bendilló.

Es instruida en costura y se traslada a Madrid, donde se integra en un taller de modistillas. Allí hace buenas migas con una colega, Petra Burgos Garrido, siete años menor que ella. 

Las dos mujeres, con 36 y 29 años de edad respectivamente, deciden que van a vivir juntas la aventura americana. Buenos Aires es un buen destino para ser modistas y sacar mejor provecho a sus puntadas.

El plan se substancia en 1927, cuando pretenden adquirir dos pasajes para el SS Giulio Cesare. Puestas en contacto con la Navigazione Generale Italiana, les informan que el barco está completo. La alternativa es hacer el salto a bordo del Principessa Mafalda desde Barcelona. 

_ Recordarán, señoritas, que el año pasado Carlos Gardel llega a España a bordo del P. Mafalda_ les dicen en la Navigazione G.I. a manera de propaganda.

_ Sí, pero nosotras vamos a ir en tercera _, responden ellas.

El Mafalda tiene una dilatada historia, tanta que ésta va a ser su última singladura, antes de ser vendido a una compañía australiana para que solo haga recorridos costeros, sin alejarse mucho de tierra.

En su hoja de servicios figura haber sido el barco desde el que Marconi realiza sus definitivos experimentos radiofónicos, pero ahora hay dudas sobre si debe cruzar el Atlántico 90 veces, o retirarse en la 89. Finalmente se decide que el 11-X-1927 parta de Génova hacia Barcelona en su despedida. El barco tiene el récord de la travesía más rápida entre los dos continentes, 14 días.

Julia y Petra suben en Barcelona al lado de los 838 pasajeros de 3ª, muchos de los cuales realizan la travesía como ´golondrinas´, así llamados a los que acuden en época de recolección y vuelven con las ganancias. Ellas, no.     También viajan 62 en 1ª y 83 en 2ª, que con los 288 tripulantes, forman esa pequeña ciudad de 1.271 habitantes que transporta el Mafalda.

La travesía se inicia con inquietantes señales. Una bomba falla antes de llegar a Barcelona y también lo hace el motor de babor. Los pasajeros de popa viven en un constante temblor y reanudada la derrota, el triquitraque no mejora. Hay un conato de motín. Julia está aterrorizada. Ni en sus peores sueños podía imaginar una travesía tan accidentada.

El 25-X, a 8 millas de la costa de Abrolhos, en Brasil, un ruido sacude la embarcación y ésta se detiene. Es una nueva avería, esta vez muy grave. El árbol de la hélice se parte cuando gira a 92 revoluciones por minuto. Las palas siguen dando vueltas por la inercia y una de ellas choca con el casco para abrirle una brecha por donde entran miles de litros de agua. El Mafalda está condenado a hundirse en cuestión de minutos.

El espanto se adueña de los pasajeros. Histerismos en unos, miedo en otros, valor y heroísmo en la mayoría, pasajeros incluidos. Las diferencias más notables con el Titanic es que aquí llegan mucho antes varios barcos salvadores y que en estas aguas no hay icebergs, sino tiburones. Muchos pasajeros se resisten a lanzarse por miedo a ellos, pero de esa forma se condenan sin remedio.

La cifra de muertos también es menor y contradice el mito clasista de la víctimas. De 1ª y 2ª mueren el 45 por ciento de ellos. De 3ª, casi la mitad, el 24 por ciento. En total hay 869 supervivientes. Julia y Petra entre ellos. Nos gustaría saber que han sido felices en Buenos Aires.

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