José Rodríguez y Díaz de Lecea

Díaz de Lecea inventa la caza de avutarda en avión

El Hijo Adoptivo de Monforte une pilotaje y deporte en una extraña modalidad vigente unos cuantos años

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El Progreso 22/03/2021

EL CUARTO MINISTRO español del Aire _ hubo ocho, y todos con Franco _, fue José Rodríguez y Díaz de Lecea (Matanzas (Cuba), 1894). Es cubano de cuna, pero Hijo Adoptivo de Monforte, porque allí transcurre parte de su infancia y su adolescencia, y allí está enterrado su padre, el capitán de Infantería, Castor Rodríguez Lemus, que es destinado a la ciudad del Cabe después de participar en la guerra de Cuba.

En su condición de piloto en Marruecos, héroe del aire, titular del citado departamento y consejero de Estado, Lecea tiene una biografía bien estudiada, incluso en el detalle de sus entrevistas con Ramiro Rueda, Otero Aenlle y García Portela para que lleven a buen aeropuerto el Real Aeroclub de Lugo.

Luis López Díaz-Pallín se lo agradece toda la vida realizando un homenaje floral a la monfortina tumba de su padre el Día de Difuntos de todos los años, quizá por no conocer la fecha de su aniversario, el 14 de enero (1905).

El propio Lecea se deja caer por Monforte para honrar al padre y para comer con sus compañeros de los Escolapios, antes y después de ser ministro. Incluso planea el aterrizaje de su alumna María Bernaldo Quirós en la ciudad, tras un salto desde Madrid, camino de la playa de Riazor, a donde llega en olor de multitud.

Pero salvada su biografía por abundancia de fuentes, queda un aspecto menos conocido del personaje, cual es haber inventado lo que se llamó la cetrería moderna, la caza de avutardas con avión.

Como lo oyen, si leen esto en alto. Aunque la caza de la avutarda está prohibida desde 1980, España era y es el país donde más abunda esta gran ave voladora y a Díaz de Lecea le cabe el honor de haber iniciado una práctica que exige gran dominio del pilotaje.

Todo comienza el año 1922, en uno de los vuelos que realizan los pilotos militares desde Getafe y Cuatro  Vientos. A bordo de su Avro, el teniente Lecea da las clases pertinentes a un alumno cuando divisa una bandada de paso hacia el Sur. Decide perseguirlas y logra separar del grupo a una, que observa horrorizada cómo se le viene encima un aparato del Ejército español.

La acosa hasta Toledo, que no es una exageración, sino una descripción. Allí aterriza exhausta en una charca. Lecea también, pero cuando le va a echar el guante, la avutarda remonta el vuelo y se las pira.

Por la tarde tiene otra clase, ahora con el alumno Estéfany, y aparece otra bandada. Vuelve a lanzarse en su persecución y aisla a otra. El animal da mil vueltas y otras mil la avioneta. Los mira desesperada. Ellos le devuelven la mirada. Así tres cuartos de hora. Por fin logra herir sus remeras primarias con el ala de su aparato y el ave cae dando volteretas en Pinto. Ya saben, cerca de Valdemoro.

Ajajá, se dijo Lecea. He aquí un nuevo deporte. Y comenzó la caza de avutarda como instrucción de vuelo y como modalidad cinegética, de la que habla Miguel Delibes y a la que se refiere el sello de Correos que ilustra el presente cromo.

En junio de 1927, Alfonso XIII y Victoria Eugenia presencian una exhibición aérea en Cuatro Vientos. Lecea acosa a una avutarda por encima de los reyes, lo cual es seguido con interés por los espectadores.

El futuro ministro consigue agotar al pájaro y éste viene a caer a pocos metros de los monarcas, donde es recogido por un oficial que se lo lleva. La reina reanima a la avutarda dándole de beber un sorbo de agua. Primo de Rivera propone que sea enviada al Parque Zoológico de Madrid, como así se hace.

Allí pudo descansar, pero demasiado. 

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