Jesús Rodríguez López

Rodríguez López, el funcionario microcalígrafo

Desde Lugo se suma a la moda que se extiende por toda Europa durante los años de entre guerras

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El Progreso 08/12/2021

APENAS HEMOS PODIDO localizar un ramillete de datos sobre el personaje, pero no por ello renunciamos a incluirlo en el Álbum de los lucenses por la peculiar especialidad en la que destaca, la microcaligrafía.

Se llamaba como el médico, etnógrafo y poeta Jesús Rodríguez López (Lugo, 1900?), pero en su caso, lo que escribe apenas es visible al ojo humano.

La microcaligrafía se pone de moda en Europa a finales de los veinte, quizás por ser años felices y dar tiempo a practicar las más variopintas especialidades. Los periódicos recogen trabajos que parecen imposibles, se convocan concursos internacionales y de vez en cuando brotan artistas calígrafos como lo fue Jesús.

Lo localizamos como funcionario temporal de Obras Públicas en Lugo, y luego, como funcionario con plaza. Veranea con su familia en las playas coruñesas y por supuesto, disfruta de una vista prodigiosa. Poco más podemos añadir sobre él, que no sean sus trabajos liliputienses.

Su momento de gloria, el único conocido, ocurre el 9 de octubre de 1930. Ese día un buen número de periódicos españoles se hacen eco de un despacho de agencia donde se dice que Jesús ha logrado escribir las 214 palabras del Credo, la Salve, el nombre de Lugo, la fecha y su firma en una moneda de diez céntimos. Los instrumentos con los que lo logra son una cerilla afilada hasta el máximo y una paciencia similar a la calidad de su vista.

No es su único desafío. También encaja 175 palabras en la franja engomada de un papel de fumar Abadie. Para este trabajo emplea un lápiz.

Otras microcaligrafías suyas consisten en reproducir los poemas Galicia, de Miguel de Unamuno, y  Crepúsculo, de Dicenta. en sendos espacios de dos centímetros por dos. Que lo compruebe el que pueda, y el que no, que se auxilie de una buena lupa.

El campeón del mundo es español y se llama Juan García Gurtubay, copropietario de un almacén de juguetes sito en la calle de Carnicería Vieja, de Bilbao. En la competición escribe 41.667 palabras en una tarjeta de 9,5 por 15 cm. En concreto son los capítulos del II al XVIII del Quijote.

La competición la había iniciado en Málaga el joven Antonio Torregrosa, quien afirma haber introducido en una superficie similar los capítulos cervantinos XXIX y XXX, y haberlo hecho sin lupa.

Al malagueño le salen al paso el alemán Freislades, que pasa de las 3.000 palabras; otro joven de Alcalá de Henares, que llega a las 4.760; un guardia civil de Suelna con  5.025, y un melillense, con 5.200. Finalmente se reconoce ganador al bilbaino Guturbay. 

Otro microcalígrafo de  Villaluenga de la Sangre (Toledo) escribe todos los ríos españoles y sus afluentes en un guisante. ¿Todos? Parece una exageración, pero seguramente se refiere solo a los grandes ríos.

Jesús promete copiar la Sonata de primavera de Valle en dos hojas. La imprecisión sobre la superficie nos impide valorar el mérito de su nuevo trabajo.

Como se ve, la microcaligrafía es difícil de juzgar en competición, pero eso no detiene la pasión de los aficionados, como es el cabo de la Guardia Civil de la Comandancia de Gerona, Agustín Hernández Porto, al que también la ha dado por El Quijote para escribir 21 de sus páginas en una tarjeta postal de 0,15 pesetas del año 1930.  

Algunas de estas hazañas de la vista y otras que atañen al miniaturismo, pueden ser contempladas en la colección reunida por el mago Juan Elegido Millán, de nombre artístico Profesor Max, que se exhibe en su museo de la plaza Manu Leguineche de Brihuega (Guadalajara).

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