Faustino Sanjurjo

Faustino Sanjurjo, soldado de Abadín, lucha contra 60

Será ahorcado por los hombres de Roberto Bermúdez, un año antes de que el ajusticiado sea él

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El Progreso 09/02/2022
 
LA FECHA DE nacimiento de Faustino Sanjurjo (Abadín, 1878), no le augura nada bueno. Tiene altas posibilidades de ser reclutado para alguna de las guerras que va a afrontar España en los años finiseculares del XIX y así se cumple la mala sombra cuando cumple los 18 años en 1896, pues ese mes de diciembre debe partir hacia la isla de Cuba.

Allí le aguardan meses de lucha contra los mambises, y lo que es peor, contra la fiebre amarilla o la disentería, enfermedades cien veces más mortíferas que los rebeldes.

Faustino se ha acostumbrado pronto a los nuevos aires, a la guerra y a lo que la vida le ponga por delante. En abril del 97 ya ha cumplido los 19 y se siente un veterano. 

El día 22 de ese mes, cuando el teniente coronel Moreno se traslada del campamento de la Gabriela a Artemisa, cinco gallegos que cierran la retaguardia _ el cabo Domingo Abella, y los soldados José Díaz, Magín Frotiz, Darío Valiño y el propio Faustino _, se desvían a propósito por el camino de las Cañas para hacerse con una caballería en el ingenio Cuco de las Ciénagas. Alguien se la ha prometido al cabo con solo ir a recogerla.

Y bien porque la promesa esconde una trampa, o bien porque por las inmediaciones del Cuco se encuentra casualmente la partida de Roberto Bermúdez López Ramos, el caso es que los cinco gallegos se ven emboscados por los sesenta hombres del insurrecto, en cuya fama confluyen episodios de gran valentía y otros de enorme criminalidad, como quedará demostrado en el juicio al que le somete el propio general Maceo y su posterior fusilamiento.

Los cuatro soldados citados en primer lugar son apresados y desarmados al instante. Solo el jovencito de Abadín es capaz de hacer frente a la tropa de Bermúdez.

Las crónicas que va a publicar la prensa española sobre el enfrentamiento son muy precisas. A Sanjurjo le han dado cinco balas para escoltar a Moreno. Con tres de ellas mata a otros tantos mambises y con la cuarta deja a uno herido, mientras que yerra el disparo de la quinta.

Ya sin munición, se lanza contra ellos a bayoneta calada y se lleva por delante a un par de insurrectos. Luego reparte patadas, puñetazos y mordiscos… hasta que cae sin remedio. El periodista detalla también que este último combate sin armas se prolonga durante 15 minutos, y no debemos dudar de la precisión, pues de todo son testigos los cuatro prisioneros.

Bermúdez quiere dar un escarmiento a tanta valentía. Lo mantiene con vida tres días y prepara contra él un juicio sumarísimo, del que, por supuesto, obtiene la culpabilidad. 
La sentencia sale de los labios del propio Bermúdez, que ordena colgarlo de una guásima que crece al lado de donde se imparte justicia. Al pecho de Faustino le prenden un papel escrito con torpes trazos a modo de cartel donde se anuncia: 

“Guindado por no querer rendirse y por español”.

Así lo encuentra el batallón de Garellano, cuyos soldados lo bajan del árbol y lo conducen a Artemisa para ser enterrado en presencia de todos sus habitantes.

Todavía no conocen lo ocurrido, pues los cuatro compañeros de Faustino permanecen prisioneros de los insurrectos y si bien conservan la vida, contarán toda suerte de torturas padecidas en esos días de cautiverio.

A Roberto Bermúdez le queda un año de vida. El fusilamiento con el que Maceo castiga sus tropelías se produce el 12 de agosto de 1898 en un acto también muy truculento, pues es el propio Bermúdez quien elige a quienes han de formar el pelotón entre sus soldados de mejor puntería.

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