Emma López de Salgueiro

Emma, la artista que llega antes que Sargadelos 
 
Ceramista, pintora, escultora, grabadora, estampadora, diseñadora... no ha dejado de explorar en su vida

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El Progreso 15/03/2020

DESCUBRIÓ 62 MANERAS de ver una menina velazqueña con otros ojos, pero Emma López Díaz (Ribadeo, 1932), podría hacer una serie inacabable, o el número que se propusiese, porque desde el primer momento Emma se distingue por su trabajo, ilusión e inspiración.

Aunque comienza a dibujar a los 16 años, cuando es alumna de Luis Novo, su presentación al público hay que situarla en octubre de 1956 con su primera exposición de porcelanas decoradas en el Ateneo Jovellanos, de Gijón, donde aprende cerámica.

Meses después, El Progreso no se corta un pelo a la hora de darle la bienvenida y titula a cuatro columnas: “Vientos de resurrección y de gozo por Sargadelos. Su arte está llamado a continuar la gloriosa tradición de nuestra cerámica”. Estamos ya en 1958. 

En realidad nada tiene que ver Emma con Sargadelos, salvo A Mariña, pero aquel titular fue profético, pues tan solo cinco años más tarde, en 1963, nace en Argentina el Laboratorio de Formas de Díaz Pardo y Seoane. Luego vendrá todo lo demás.

Debemos recordar el momento en el que decide aceptar un casting de Amaro Álvarez González para representar en Lugo La Casa de la Troya, donde conoce a Manolo Salgueiro, que hará el papel de Casimiro Barcala, el alter ego de Bargiela, o sea el más estrafalario de los tudenses, y ella, de Carmiña.

Sus siguientes pasos son la exposición en Lugo de diciembre del mismo año y la de Madrid, en mayo de 1959. En ambas hablan bien de ella. Los periodistas se interesan por los secretos de la decoración de porcelanas:

_ Cuando tengo mi día es muy sencillo. Pero hay ocasiones en las que los colores se tuercen y los pinceles no siguen a la fantasía con la ligereza deseada. Lo más difícil de la decoración de cerámica es cocer las piezas en la mufla. Un poco más de calor, o un poco de menos puede quebrar toda la obra. 

En ese momento cuece sus piezas en RTR y llama la atención por el uso de blancos y negros que propone. En Madrid le dicen que son típicamente gallegos y que se ve Galicia en ellos. ¿Pero no habíamos quedado en que Galicia era verde?

A raíz de su matrimonio con Manolo, convertido ya en abogado, su nombre artístico se transforma en “López de Salgueiro”. Incluso ella lo llama por su apellido, Salgueiro, lo que choca a las damas lucenses, que la tienen por una snob.

Abre un estudio en la esquina de Gran Teatro (General Franco) con Progreso, (José Antonio), y luego otro en el fondo de la Praza Maior, donde tiene un comercio. Ella pretende convertirlo en el foro, tertulia y ágora del arte y las inquietudes lucenses, una especie de salón artístico como tantos otros que se crean en casas de aristócratas, mecenas o artistas, pero en este caso en torno a una queimada y con los Salgueiro cantando a dúo canciones populares.

Aquello tiene corto recorrido, lo que unido a los problemas legales de su marido la aleja de la ciudad. Problemas de salud la llevan a Benidorm, donde vive otra década prodigiosa.

Hay que citar muy rápido nuevas etapas: En Lugo hace colchas de lana y repujado de estaño, en Altea aprende alfarería, en Como y Bombay, estampación; en Madrid anima una tertulia que se celebra en el Café Gijón; en París toma clases del artista ruso Serge Poliakoff. También aprende en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, pinta su coche de amarillo, y diseña ropas que se exhiben en Cibeles, en la Mostra Catalana y en Lugo.

En 2007 muestra en Miami esos 62 modos de ver las Meninas de Velázquez, con los que empezamos. ¿Qué más ha hecho? ¡Ah, si! Tiene cinco hijos. 
 

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