Domingo Fernández y Fernández

Domingo Fernández, el Cantor de Nadela

Dueño de una voz que Juan Montes admira, no se atreve a seguir su consejo y perfeccionarla en Madrid

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El Progreso 15/03/2022

CUANDO SU HIJA menor, Consuelo, escuchaba medio siglo después a Pavarotti solía decir: “Me parece estar oyendo a mi padre”. 


Amor filial o memoria endulzada por el tiempo, lo cierto es que Domingo Fernández y Fernández (Lugo, 1866), fue un tenor de voz prodigiosa, a quien Juan Montes le anima a irse a Madrid para perfeccionarla y dedicarse a la ópera. “Tengo mujer e hijos que atender, y no dinero”, argumenta resignado. “Con esa voz cualquiera te lo presta”, insistía el insigne músico.

No se atrevió. En vez de luminosos escenarios canta en humildes iglesias rurales acompañando a curas en funerales y celebraciones festivas. 

El Orfeón Gallego, creado y dirigido por Montes, sacia sus anhelos artísticos y con él participa en certámenes corales de la media España norteña.

Nace en la Casa do Gaiteiro de  Conturiz. No podía ser de otra forma. La vivienda estaba asentada en el lugar que hoy ocupa la rotonda junto a Torre de Núñez. Era una saga de músicos en la que también brillan sus hermanos: Manuel, tenor y canónigo beneficiado de la Catedral de Lugo en razón a sus dotes artísticas; José, que dirige la banda de Conturiz, y Florencio, miembro de la Banda Municipal de Lugo. 

Casa con Andrea Sánchez, con la que tiene cinco hijos. Dos fallecen muy jóvenes, uno en la Guerra de África donde sirve como músico militar. El matrimonio se instala en Nadela donde, sobre tierra aforada, construye la todavía hoy conocida como Casa do Cantor. Tras fallecer Andrea, en 1904 contrae segundas nupcias con Manuela López Viador, de la Casa Froilán de Albares (San Xoán de Pena). Llegan otros cinco hijos: tres varones y dos mujeres. Amplía la vivienda y crecen los gastos. Daniel y Ángel siguen la carrera sacerdotal, cuyos últimos destinos son Xiá (Friol) y Goi (Castroverde). Luis fue guardia de asalto y después policía nacional en A Coruña, y Jesús, maestro en San Simón da Costa (Vilalba) y Santa Comba (Lugo). 

A Domingo lo encaminan hacia la carrera sacerdotal, aunque su gran vocación es otra. En su paso por el Seminario aprende música y los latines de los cantos litúrgicos. Renuncia a la sotana antes de vestirla pero aprovecha lo estudiado para convertirlo en su profesión. Durante medio siglo, en el tránsito del XIX al XX, no había en la comarca función religiosa relevante sin la presencia del Cantor de Nadela. 

Especialista en la Misa del italiano Lorenzo Perosi, a pie o en borrico se desplaza a donde era contratado. La tarifa ronda las 10 pesetas y algo más si alguno de sus hijos lo acompaña con el bombardino.

Para atender las necesidades crecientes de su amplia familia diversificó riesgos y aprovechó sinergias. Creó una funeraria, una taberna para los días de feria, un taller de costura y compró algunas tierras, pocas, que atendían su esposa e hijos, porque lo suyo era la música. Cuando la voz se apaga también lo hace el pequeño negocio funerario. No obstante, descendientes por rama colateral tienen más éxito, que se plasma en la funeraria Fernández. Y uno de sus nietos es el periodista Luis Pérez.

A Lugo se desplaza con frecuencia, casi siempre a pie, para escuchar la Banda, una coral o para ensayar con el Orfeón antes de los certámenes. Incluso le pagan para compensar lo que deja de ganar. Y le permiten, privilegio de divo, beber un vaso de vino en las comidas.

Fallece en su Casa do Cantor de Nadela en septiembre de 1939, a los 73 años. De haber nacido un siglo después, quién sabe si el famoso concierto celebrado en la Termas de Caracalla en 1990 sería recordado como el de “Los Cuatro Tenores”.

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