Diego Álvarez

Diego_Alvarez_CROMO

El Progreso 13/06/2021

YA DIJIMOS EN algún momento que la presencia de personajes canallescos en esta colección sirve para dar brillo al resto y obedece al título. Son lucenses.

La historia de Diego Álvarez (Samos, 1810), un personaje siniestro con un balance de asesinatos difícil de establecer, comienza en algún lugar de la parroquia de Santa Xertrude. 

La periodista portuguesa Anabela Natário, autora de O assassino do aqueduto, cree que sus padres lo envían a Lisboa en 1820 para escapar del hambre. También supone que el viaje lo realiza en solitario y bien podría ser un paisano quien le proporcione una dirección en la que lo requieren.

De los dieciséis años siguientes, hasta que cumple los 26, poco o nada se sabe, pero hay que imaginarlo sirviendo en casas de la burguesía lisboeta. En 1836 Diogo, alias Pancada o Pancadas, vive en la freguesía de Campolide, cerca del Acueducto de Águas Livres, una de las principales entradas a la capital. Tiene amores con una tabernera llamada Gertrudes María, alias A Parreirinha, a la que se le achacan malévolas influencias sobre él. La taberna de Gertrudes se encuentra en la zona de Palhavã, cerca de Sete Rios. 

En determinado momento de ese año, el Pancada se hace con una llave falsa de las mães de água, el interior del acueducto, y da comienzo sus asesinatos. La construcción es una importante entrada y salida de la ciudad que ahorra un recorrido mayor. Las víctimas son las personas que pasan cerca del lugar por donde el lucense penetra al acueducto. Las golpea y las arrastra a su interior, vivas o ya muertas. Allí puede dedicarse tranquilamente a despojarles de todo lo que lleven de valor, y quién sabe si añade o no manipulaciones o abusos a sus cuerpos. El caso es que finalizado el expolio, las traslada hasta el Arco Grande, desde donde las arroja al vacío, a 65 metros de la tierra.

Los cuerpos resultan tan destrozados que las heridas anteriores producidas por la mano de Diogo no se pueden distinguir de las que el impacto les ocasiona. Como el lugar ya ha sido escenario de suicidios, en Lisboa se habla de una nueva oleada.

Pero los casos son tantos y algunas de las víctimas tan poco predispuestas al suicidio, que los comentarios se dirigen en otra dirección. Tiene que haber una mano criminal que los ocasione. El terror se instala entre los vecinos, que se encierran de noche en sus casas. Ahí se fragua la leyenda del assasino do Acueducto, la que le asigna tres años después una participación en más de setenta muertes. Todo ello conduce a extremar la vigilancia en torno al acueducto, por lo que Diogo ya no puede seguir utilizándolo.

Entre las 76 muertes que le achacan los cálculos más desorbitados, y las 20 de los hechos probados, media una gran distancia, pero aún con la cifra menor, su rastro sangriento es pavoroso.

En 1839 reúne a varios delincuentes de la zona y juntos planean otro tipo de atracos, como en casa de un médico donde dan muerte a los cuatro miembros de su familia. El golpe será fatal para la trayectoria de Diogo, pues después de varios meses tras su pista, cae en manos de la justicia y es ahorcado a las dos y cuarto de la tarde del 19 de febrero de 1841. 

Los investigadores de la Escola Médico-Cirúrgica de Lisboa piden que sea decapitado para poder estudiar su cabeza desde la frenología. 

La vida de Pancada se cuenta en un poema romance de Leite Bastos (1841-1886), en un cómic y en la película Os crimes de Diogo Alves, estrenada con gran éxito el 26 de abril de 1911.

Más en Álbum de los lucenses
Comentarios