Concepción Hermida Regal

Concha Hermida, el secreto de la longevidad

A tal fin la centenaria chantadina recomienda el trabajo, el optimismo y un producto que ella misma cosecha

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El Progreso 02/12/2021
 
FUE LA PERSONA más longeva de su época, a tan solo seis años de quien hoy ostenta oficialmente el récord de Galicia, porque Concepción Hermida Regal (Chantada, 1855), vive 107 o 106 años. La duda subsiste porque así se refleja en dos noticias contradictorias, no porque ella haya coqueteado con un año arriba o abajo.

A quien se interese por la precisión Concepción le exhibe un certificado de nacimiento firmado por el párroco de San Martiño de Mariz en el que asegura que la mujer nace allí el 8 de diciembre de 1855. Como quiera que su muerte sobreviene en 1960, las cuentas solo dan para que sean 106, pero su historia no varía.

Concha pasa sus catorce primeros años en Mariz y en 1869 se traslada a Chantada para servir en una casa. De ese momento comenta en una entrevista con Ánxel Gómez Montero, corresponsal de El Progreso: “Allí me rocé con el señorío y aprendí a hablar el castellano”.

Recuerda también que por aquel entonces la plazoleta chantadina solo cuenta con dos o tres edificios.

Durante la entrevista Ánxel traza el retrato que aparece en el presente cromo. Data de 1957, cuando ella cumple los 102 años. Su interés periodístico es arrancarle el secreto para alcanzar esa edad en plenas facultades de sesera, estómago a prueba de tocino, humor a raudales y movilidad suficiente para extraer de la huerta lo que es propio de las almunias.

La fórmula es muy simple: “Trabajar, trabajar mucho, trabajar siempre...” 

Ánxel la distingue como “anciana bíblica” y de ese modo quiere rendir homenaje a sus arrugas y a un decir sabio, alegre y optimista, aunque como ella se encarga de recordar, disgustos nunca faltan. “Muchos y no   pequeños, que un hijo que mandé al trabajo lleno de vida, muerto me lo trajeron por la noche envuelto en sangre”.

Bíblica y lorquiana se descubre esta mujer frente al periodista. En 1945 se había quedado viuda y no es una muerte temprana pues tengamos en cuenta que ya es mujer de noventa años.

Desde entonces vive con una hija de los siete que sobreviven hasta su ancianidad. Seis han marchado a América y ella reflexiona con pena: “Los hijos son pájaros que vuelan del nido”. Hoy habrá muchos padres que le enmienden la plana. Son otros tiempos. “No se acuerdan mucho de la vieja, solamente esta hija, con la que vivo, que no sabe cómo cumplirme los gustos”.

El capricho de su madre se reduce a un poco de pulpo cuando hay feria en Chantada. No le agradan las modas y no cambiaría los colores de sus 18 años por las “esblancuxadas raparigas” de los cincuenta.

Alude al trabajo como recomendación prioritaria para lograr la longevidad, pero Concha recurre a otro secreto que no lo es tanto, pues lo proclama a todos los que la visitan.
Ella cultiva vino y en su casa está prohibido... beber agua. La mayor ofensa que se le puede hacer es pedirle un vaso de la fuente y no de su excelente Chantada que la anciana alaba como el complemento inexcusable para conservar la salud y trabajar hasta el último aliento.

Cuentan en Chantada que días antes de su muerte, recibe al párroco de San Fiz de Asma, su residencia de casada, para confesar y comulgar. Viéndolo algo sofocado, Concha le dice: “Non se apresure, señor cura. Namentres lle dou un repasiño ao Credo, acougue”.

Y cerca ya del fin, le pide: “Señor cura, vostede que é tan listo, déme unha mixtura para sanar ben”. 

Los comentarios de simpatía hacia la mujer son unánimes, como lo es asegurar que en todos los años vividos no le ha dado tiempo de hacerse ni con un enemigo.

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