Carmen Morandeira Fernández

La Morandeira, el glamour lucense del siglo XX

La modista por excelencia domina el mundo de la elegancia de Lugo antes y después de la guerra

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El Progreso 04/05/2022

DESDE EL PRIMER momento sabe ganarse la consideración de ser la cumbre de la elegancia y en esa fama se mantiene el resto de su existencia. Se llamó Carmen Morandeira Fernández (Lugo, 1905?), aunque al buen entendedor siempre le bastó saber que hablábamos de “la Morandeira”.

Era hija de Francisco Morandeira Vilar, longevo carabinero que cuando le toca bajar a la tumba, en enero de 1956, sobrepasa los noventa años de existencia y se precia de ser miembro de la Cofradía del Santísimo Sacramento.

Su madre fue Josefa Fernández Gorría, que además de Carmen tuvo a otra niña, María. La fama de la primera crece como la espuma y ya en 1929 merece que la prensa la trate de “prestigiosa modista”.

La joven sabe el aprecio que en España se le da a la moda llegada de París, por lo que desde antes de la llegada de la República viaja a la capítal francesa y a otras capitales europeas, para traer lo último, principalmente en sombreros. Que haya trabajado o no en la capital francesa es detalle que se comenta, pero que se nos escapa.

En ese  momento ya ha abierto su establecimiento en Libertad, 8 _ calle de la Reina _, y allí ofrece “elegantísimos sombreros para señora de las mejores casas de Paris”, según reza su campaña publicitaria en Vanguardia Gallega y El Progreso.

Ya entonces es la más reclamada modista para trajes de boda, como la de Pepe Álvarez y María Luz Fernández. “El traje no lleva ningún adorno, porque siendo ella tan guapa, no le hacen falta”, declara a este periódico sabedora del impacto que causará.

En los años previos a la guerra dedica los veranos a viajar por Europa y en septiembre anuncia que ha regresado con las novedades francesas. En julio de 1936, el Montepío de Dependientes de Comercio organiza un concurso “de vestidos de cinco pesetas” que se celebrará en los jardines de la Diputación el 25 de ese mes, día de Santiago. Quienes se presenten deben acreditar que sus modelos no costaron más allá de esa cantidad.

La ciudad está muy animada pues concurren quince  costureras de la Morandeira y de Teresa Redondo. No hará falta decir que el estallido de la guerra trunca la ilusión de todas ellas.

Pero superados los años de trinchera, la modista renueva su oferta e incluso, ya en 1963, abre la Boutique Morandeira en la calle José Antonio, “donde nada sobra, ni nada falta”, y donde se puede encontrar lo más exquisito para vestir con glamour.

El título de Boutique no pasa desapercibido para José Luis Bugallal, quien desde la Hoja del Lunes coruñesa _ mitad envidioso, mitad lleno de razón _, critica que se use el nombre francés de tienda y se burla de las dependientas que allí digan: “Merque istas culottiñas beige tan xeitosiñas, madame la marquise; sonlle o derradeiro cri de la mode a París. ¡Válganos el glorioso San Froilán!” Si había paletada en algo, Bugallal logra paletada y media.

Pero la Morandeira, cuya fama traspasa las fronteras provinciales, está ligada al primer piso de la calle de la Reina, 8, donde las señoras acuden a las citas solicitadas con gran antelación. Allí se ven reflejadas en espejos basculantes de acuerdo con el avance de los modelos y la ilusión del gran lujo se hace patente sin remedio, pues la firma de la Morandeira es suficiente para sentirlo sobre la piel.

Curiosamente, su mayor competencia, Antonia Casal, se asienta al otro lado de la calle. El resto de modistas mediado el siglo son Concepción Rois, en la Plaza de España y Mercedes Pérez, en la calle de la Cruz. Carmen muere en 1991.
 

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