Antonio Goy Díaz

Antonio Goy Díaz, periodista desde los 12 años

A esa edad el lucense compone, escribe y distribuye una pequeña publicación a la que llama El Eco

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El Progreso 05/04/2022

EL PADRE DE nuestro personaje, Antonio Goy Ulloa, estuvo medio siglo al servicio del Ayuntamiento de Lugo, del que es contador en 1900 e interventor años después, lo que le vale la concesión de la Medalla de Plata de la Ciudad y la solicitud al Gobierno de la Medalla del Trabajo.

A su hijo, Antonio Goy Díaz (Lugo, 1900), no le van los números, sino las letras, con las que escribe poesías en castellano y gallego y se hace precoz periodista, pues a los 12 años se nombra director, cajista y vendedor de El Eco, unas paginillas difíciles de localizar hoy, pero que también forman parte de la historia de la prensa lucense.

A los 17 ya lo encontramos como colaborador de La Idea Moderna, donde plasma una apasionada prosa dedicada “a una morenita”: “Te amo por ser morena, te amo por ser ingrata”.

Es cuando comparte inquietudes literarias con Evaristo Correa Calderón, publica versos en Aurora y dirige la revista Juvenilia, sin haber pasado de los 18 años. Por cierto, la edita El Progreso tres veces al mes y los amigos de Goy siempre la dejan a  deber al fundador, Purificación de Cora, sin que nunca lleguen a pagarla.

Con él escriben el citado Correa, Delia Tella, Avelino López Otero, Sergio Saavedra Lastra, Glicerio Barreiro, José López Acuña y Francisco García Martínez. 

Luego se hace funcionario de Telégrafos, como su hermano Luis, y trabaja en las oficinas de Foz sin perder contacto con la prensa de la capital. De esa época es Entr'o clavo i-a ferradura. Serie I: (contos e poemas d'o ferreiro Mocles), publicada por Gerardo Castro, que dedica a Xosé Candia.

Su obra aparecida fuera de los periódicos se completa con dos novelas posteriores, Las cinco hijas de Miramontes  y Augusta.  
 
En 1923 se casa con Isabel Veloso Calvo, hija del funcionario Julio Veloso, pero el matrimonio se rompe antes del fallecimiento de ella en los años cuarenta.

Más tarde es redactor de La Provincia. Tampoco se puede decir que viva del periodismo, pues le pagan con entradas de cine. En 1931, ahora sí, entra a formar parte de la redacción de El Progreso, donde será redactor-jefe y en el que colabora desde 1919. 

De aquellos primeros momentos, Goy recuerda la tortura que supone pegar la oreja a un auricular durante media hora para mal escuchar a un señor que desde Madrid le cuenta las noticias.

No obstante también es testigo de la llegada de la modernidad al periódico, con los teletipos, la rotoplana y las linotipias. La encomienda que más lo divierte es escribir la columna diaria “Con negritas”, que cierra la última plana y cuya firma se alterna con la de Puro de Cora Sabater. Lo que menos le agrada es recorrer los despachos oficiales en busca de información.

Desde la dimisión de Sánchez Arrieta, Goy preside la Asociación da Prensa de Lugo y con la guerra dirige durante dos años el semanario Azul, color que informa de su ideología. Compagina sus actividades periodísticas con las políticas, pues será delegado provincial de prensa en Lugo, y con las literarias, ya que es autor de unas Rutas de turismo. 1ª ruta. Lugo-Otero de Rey-Villalba-Vivero, de 1940. 

Aunque el periodismo “me gusta más que el queso”, tal como él confiesa, en 1947 es nombrado jefe del Cuerpo de Telégrafos de Madrid y debe abandonar su práctica, aunque se refugia en la literatura para matar el gusanillo de escribir con el resultado de las dos novelas ya citadas. 

Desde 1964 es delegado del Centro de Telecomunicación de Almería, donde fallece en 1976.
 

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