Antonio Fernández Niño

Fernández Niño, única víctima de una intoxicación masiva en Madrid

El lucense asiste en la Bombilla a la boda de su sobrina, la cupletista Lyda Iris

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El Progreso 08/09/2021

EN LAS PRIMERAS décadas del XX trabajan a destajo en Madrid los dancings o te-dansant, donde se come, se baila y se celebran banquetes.

Muchos se concentran en el parque de la Bombilla,  como la Casa de Juan, el Niza, La Huerta, Dancing Bombilla, Campo de Recreo, Los    Cipreses o El Parral.  

De entre ellos, la Casa de Juan goza de un aprecio especial para bodas y agasajos. Sus estupendos menús oscilan entre las 5 pesetas y las 10,50. Allí Galdós rinde homenaje al fundador de El País, Antonio Catena; allí debuta Pepe Marchena, allí cantan las Gemelitas y allí acuden las estrellas de la incipiente industria del cine. 

Tal como escribe Álvaro Retana, presentar Casa de Juan a los madrileños es como presentarles el Manzanares. El propietario de tan magnífico negocio es César Jurado y entre sus reputados cocineros se encuentran José Caparrós y José María González Guitián.

Pero todo va a cambiar el jueves 2 de agosto de 1923. Para el mediodía de esa fecha se ha contratado para celebrar dos bodas las familias Malmierca y Veres.  En una de ellas comerán 140 invitados y en la otra solo serán 60. 

Unos tomarán tortilla de escabeche, especialidad de la casa, pollo asado, langosta, ternera con ensalada, helado, queso, flan y fruta. Los otros introducen la paella a cambio del pollo.

Todo transcurre como corresponde, pero a partir de media tarde se desencadena el horror. Un grupo cada vez mayor de invitados presenta síntomas alarmantes. Dolores, mareos, náuseas, vómitos... Pronto llegan a la conclusión de que algo de la comida no se encontraba en buenas condiciones.

Antonio Fernández Niño (Lugo, 1865), vive con su esposa Dolores Álvarez en San Vicente, 15 y pertenece a los servicios de limpieza del Ayuntamiento desde hace 35 años. Son tíos de una de las novias, Paula Rodríguez, que se casa con el corredor de comercio Vicente Veres.

Su sobrina era conocida en toda España hasta ese día como Lyda, o Lida, Iris, seudónimo bajo el que ejerce de canzonetista, cupletista y artista de varietés con éxito suficiente para ser contratada en todas las provincias.

Antonio está mal del estómago y apenas ha comido, por lo que se siente aliviado. Tan solo toma dos raciones de helado, por ser lo que le parece más ligero.

Todos se preguntan qué han ingerido. Hay afectados de los dos enlaces, por lo tanto las sospechas se centran en la tortilla de escabeche, común en ambos menús, pero la suposición cae por su propio peso, ya que el lucense no la prueba y comienza a notar los mismos síntomas. Ya no hay duda, ha sido el helado.

El desconcierto es total. No hay coches para tanto transporte y se echa mano del camión de detenidos de Orden Público, para trasladar a los 133 afectados.

El propietario y el cocinero González Guitián son detenidos. El primero aboga por su inocencia diciendo que miembros de su familia están hospitalizados como los demás. Ya, pero la justicia no confunde falta de voluntariedad con falta de responsabilidad.

A base de cafeína y aceite alcanforado los intoxicados recuperan poco a poco la estabilidad perdida, pero cuando ya han pasado tres días, Dolores da aviso de que su marido empeora. Es atendido pero a las pocas horas fallece de gastritis tóxica. Antonio se convierte así en la única víctima de aquel episodio.

El análisis revela tal abundancia de bacillus coli en el helado que los conejillos de indias a los que se le inocula, mueren al instante.

El cocinero será condenado y la familia del lucense recibe 5.000 pts de indemnización.

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