Antonio Abella Laurel

Un berciano que antecede a Amancio Ortega   

Hace 34 años del cierre de Industrias Abella, empresa pionera en el trabajo femenino en Lugo  

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El Progreso 30/07/19

LA PRIMERA PERSONA con criterio que anuncia la inminencia de un Papa americano _ él dijo iberoamericano _, fue el exembajador en el Vaticano, Carlos Abella y Ramallo. Es decir, algo se hablaba de Francisco antes del cónclave, un rasgo nada habitual en nombramientos papales. 

Carlos Abella, fallecido en 2014, había nacido en A Coruña, pero vino a Lugo siendo niño, pues al morir su tío José, su padre, Antonio Abella Laurel (Villafranca del Bierzo, 1895), se ve obligado a liderar in situ las recién creadas Industrias Abella, la primera empresa cárnica gallega con intención de superar con sus productos los límites provinciales o locales donde acababan las aspiraciones de las anteriores.

La biografía de Antonio Abella guarda ciertas semejanzas con la de Amancio Ortega. Nacido en una familia de viticultores en Villafranca del Bierzo, ve cómo la filoxera arruina las viñas leonesas y le muestrael camino de la emigración. Él marcha a Argentina donde trabaja como corredor de comercio y conoce los rudimentos de las industrias cárnicas, aunque en 1917 ya está de vuelta en España.

Se casa en A Coruña con  Justa Ramallo Naya y en esa ciudad se establece como comerciante de harinas y suministrador de alimentos a las casas de beneficiencia a través del matadero de Montellos, en Betanzos, y otros. Y de ahí, a Lugo, capital de la principal provincia ganadera gallega, para levantar Abella con su cuñado Rogelio Ramallo y su hermano José, que morirá antes de la inauguración. El general Queipo de Llano, Carlos Beca Iglesias (Laboratorios Beca)  _ casado con Lola Soto Camino _, y los hermanos Ferreiro _ Ramón y Fernando _, fueron valedores de la empresa en todos los ámbitos.

Su iniciativa fue revolucionaria en todos los sentidos. No solo porque sus miras industriales iban mucho más allá que hasta ese momento, sino por la modernidad de la fábrica y por dar trabajo de forma generalizada a un buen número de mujeres.

También fue influyente en la toponimia urbana de la ciudad, pues O Castiñeiro y Abuín pasaron a llamarse Abella, un nombre que  hoy se conserva, no solo en el decir de la gente, sino en el rótulo de una calle, en diversos negocios y en un centro comercial.

Las industrias arrancan en octubre de 1941 y prolongan su actividad hasta el 30 de julio de 1985, es decir, que estos días se cumplen los 34 años de su desaparición.

Llega a tener 230 empleados, aunque arranca con un centenar. Entonces es costumbre de don Antonio reunirlos en un acto el día de su santo, el 13 de junio, para hacerles entrega de una especie de cesta de Navidad, con coñac, Jerez, pastas y naturalmente, un surtido de productos Abella, que ellos mismos fabrican.

Durante los primeros años, Antonio Abella aprovechaba esta festividad de San Antonio de Padua para anunciar en público y por sorpresa los nombres de aquellos trabajadores que por su fidelidad y esfuerzo se habían hecho merecedores de un aumento de sueldo, que llega a afectar a casi todos, porque las cosas ruedan muy bien una vez superadas las dificultades iniciales. 

La maestra de ceremonias en esas ocasiones suele ser su sobrina, Pura López Gamallo, auxiliada por varias trabajadoras, como María Victoria Vázquez Naranjo y Felicitas López Camarón, dos de las cientos de mujeres que a través de Abella  conocen el trabajo industrial en Lugo.

En 1966 se le quiere reconocer su papel en la industrialización de Lugo con la petición de la Medalla al Mérito en el Trabajo, que la ciudad apoya sin reservas.
 
 

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