Alfonso Guizán Eimil

Alfonso Guizán, cronista de Marruecos desde el Monte Arruit

Estuvo ingresado en todos los hospitales españoles del Protectorado y participó en la guerra civil 

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El Progreso 28/12/2021

LOS GUIZÁN ERAN propietarios de terrenos aledaños a la torre de los Andrade, en Vilalba, y cuando Fraga acuerda su expropiación para instalar en ella el parador de turismo, Alfonso Guizán Eimil (Vilalba, 1909), que entonces representa los intereses de la familia, no le pone fácil las cosas. El pleito está recogido por ahí adelante para contar la intrahistoria de esos establecimientos y en especial, el del lugar de nacimiento del ministro que duplica el número de los existentes durante su mandato.

Era hijo del pequeño comerciante Rosendo Guizán Ares y de María Antonia Eimil Vérez. Él y sus hermanos Andrés, Lorenzo, David, Emilio, Jesús y María, sobreviven al patriarca en 1941. Otro, Vicente, fallece de joven al disparársele un arma que manipula.

En su necrológica, Alfonso dice de su padre que había “nacido pobre en un perdido rincón del agro villalbés”.

Se hace telegrafista del Ejército y lo destinan a Marruecos, donde va a sufrir una penalidad médica tras otra, aunque sobrevive a todas. En mayo del 36, a punto de dejar un escenario bélico para mudarlo por otro, es dado de alta en el Hospital de Larache.

En Vida Gallega, donde colabora, se pide para él una recompensa pues ha conocido las camas de todos los hospitales del protectorado. Tetuán, Melilla, Ceuta, Xauen y Larache. Desde el primero escribe un artículo que se cita en la biografía del médico pontevedrés, Manuel Gómez Durán, a quien califica de  “mago del bisturí”. 

“Al trasponer el umbral _ dice Guizán sobre el establecimiento _, cambia por arte de encantamiento el pétreo decorado: Mármoles blanquísimos y espejeantes, caprichosos zócalos, claras y espaciosas salas llenas de sol que se tamiza, gozoso, a través de los amplios ventanales emplomados”. 

Su destino es la estación telegráfica Óptica número 2 de Monte Arruit (en la foto del cromo), al mando del teniente coronel Antonio Goróstegui Robles, que será fusilado por los republicanos  el año 1937 en Aravaca. Luego, Melilla, y durante la guerra, en Teruel.

En sus crónicas africanas describe el sometimiento de las moras al hombre, las palizas que reciben si las descubren observando a los españoles y la máxima que preside sus vidas: “Su estricto derecho de propiedad se limita al traje que llevan puesto”. 

También se pregunta qué se le pierde a España en aquellas áridas e improductivas tierras, olvidándose quizá de la estrategia, y se lamenta de que, por el contrario, Las Hurdes estén tan abandonadas de la acción gubernativa. En ese preciso momento Buñuel rueda su famoso documental en la comarca.

La tropa que defiende con él el Monte Arruit está formada en su mayoría por vascos, gallegos y asturianos. El norte español para el norte marroquí.

Terminadas las guerras, maltrecho, pero vivo, ejerce de corresponsal en Vilalba de El Correo Gallego, escribe para el Faro Villalbés _ también poesía en castellano _, y más adelante comienza su dilatada colaboración en las páginas de El Progreso que se mantendrá hasta su fallecimiento, en la última década del XX.

Además de artículos sueltos, atiende una sección titulada ¿Sabía usted que...?, donde recoge infinidad de anécdotas de los personajes históricos y de las celebridades del momento.

Recuerdo su presencia en la redacción para entregar las cuartillas de su colaboración, un momento que aprovechaba para charlar con Fole y con los redactores que entonces estuviesen.

Estaba casado con María Dulcina Piñeiro Brea y su hijo homónimo fue uno de los pocos jugadores de béisbol en el Lugo de los setenta.

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