Pancho Varona: "Mi sitio es dos metros detrás y a a la izquierda de Joaquín Sabina"

Es aprendiz de mecanografía y de ‘sabinismo’ desde hace 37 años. El domingo tocará en el JagerLounge con los lucenses 'La Penúltima Sabinera' y el cartel de entradas agotadas
Pancho Varona. PANCHO VARONA OFICIAL
photo_camera Pancho Varona. PANCHO VARONA OFICIAL

LLEVA LA VIDA que hubiese llevado y la vida que quiere llevar. La mitad de la semana se acuesta a las once de la noche; la otra mitad, en medio de la madrugada. "Es perfecto". En 1982 estudiaba mecanografía para opositar. Se hubiese pasado la vida como su padre y como su madre, levantándose a las seis de la mañana para ir al Ministerio de Defensa y hacer el receso de la cafeína a las once. El plan estaba marcado. Pancho Varona (Madrid, 1957) no tenía ganas de cumplirlo, pero carecía de fuerzas para contrariar a sus padres. El tiempo libre lo dedicaba a sacar la música de los anuncios televisivos para tocárselas a sus amigos en el parque. "Cuando llevaba quince años con Sabina y habíamos recorrido medio mundo, mi madre seguía preguntándome: ‘¿Cuándo vas a tener un trabajo serio?’".

¿Sigue sin tener un trabajo serio?
Mi madre lo decía con inocencia, pero tenía razón. En el 99% de casos se fracasa en la música. Yo tuve suerte.

Acompaña a Sabina y está en Ruta 52, Noches Sabineras, Viceversa y El Viejo y el Mar. Además de escribir una colaboración en As y tener un espacio en Radio Nacional. No lo atribuya a la suerte.
Trabajo mucho, claro. Estos días estamos con los ensayos de Serrat y Sabina para irnos dos meses a Suramércia. En Ruta 52 hago lo que me da la gana, en Noches Sabineras nos repartimos entre todos el repertorio que hacemos con Sabina, con Viceversa hubo dos conciertos y no volverá a haber más, y con El Viejo y el Mar, que es un concierto conmigo y un joven, volveremos en 2020.

¿No se siente perdido en los conciertos con tanto repertorio?
Me ha pasado alguna vez, pero pocas. Soy muy concienzudo. Tengo un cuaderno para cada repertorio. A veces he confundido los cuadernos, pero han sido pocas.

Quiero ir por todas las provincias del Estado y las ciudades autónomas contando de dónde vienen las canciones

Sabina es el origen de su carrera y el eje alrededor de la que gira. ¿Cómo fue el primer día juntos?
A mi hermana Gloria y a mí nos gustaba La Mandrágora. Teníamos su disco y un día supimos que daban un concierto en un local que se llamaba igual. Tocaban Krahe y Sabina. A partir de ese día íbamos cuando actuaban, dos días a las semana.

¿Qué descubrió?
Algo que me enamora: la inteligencia, el sentido del humor, el sano deporte de reírse de uno mismo. Aquella noche supe que quería dedicarme a poner música a las letras de Sabina. Una noche, en La Mandrágora, Joaquín dijo que tenía un concierto y necesitaba un guitarrista eléctrico. Yo me ofrecí porque me sabía su repertorio. Confió en mí porque me contrató sin haberme oído tocar.

El concierto se celebró un Día del Trabajo, el primero de mayo, de 1982. Solo han discutido una vez en 37 años.
Fue por una tontería. Sabina me decía que tenía que hacer una cosa como productor, y le expliqué que yo era productor artístico y tenía que hacerlo un productor ejecutivo. A las 24 horas los dos fuimos de rodillas a pedirnos perdón.

Su balance con Sabina es de cien canciones compuestas a medias, 2.500 conciertos y una discusión. La única interrupción fue Lo niego todo. Un día Sabina lo llama para comunicarle que va a hacer un disco con Leiva y sin usted.
Tuve 24 horas de celos. Después pensé en lo que era mejor para mi carrera. Yo ya no estaba tan fresco para componer e iba a seguir tocando con Sabina. Lo niego todo es un buen disco, pero no está a la altura de Esta boca es mía’o Física y química.

No tengo vocación de Sabina, no soy cantante. Me gusta componer canciones y tocarlas

¿Qué es lo más difícil de componer con Joaquín Sabina?
Componer con él es muy fácil porque tiene un gran dominio del idioma. Es difícil cuando hace letras largas. Tocar todo el tiempo la misma música puede ser monótono. Tardamos una temporada larga en escribir La canción más larga del mundo. Lo solucionamos cambiándole el tono y metiendo un solo.

¿Y no hubiese sido más sencillo cortar la letra?
¡Huy! Joaquín Sabina es un gran negociador. Casi nunca corta. Quiere contar eso y cuenta eso. Le gusta la letanía, añadir letra al final de la canción.

Parece cómodo en la sombra. Salió a la luz en 1995 con un álbum en solitario, que lleva su nombre. Lo llama ‘disco póstumo’ porque murió casi sin haber sido lanzado.
Compartía discográfica con Joaquín y me convencieron para sacarlo. Yo les dije que no quería cambiar de vida y que no iba a dejar a Sabina por una carrera en solitario. El día en que salió, murió.

Rechazó promocionarlo.
Mi sitio está dos metros detrás y dos metros a la izquierda de Joquín Sabina. No tengo vocación de Sabina, no soy cantante. Me gusta componer canciones y tocarlas, pero no grabarlas.

No quiere ser artista, sino músico; pero sale de gira en primera línea.
¡Es que no hay otro que cante! Quiero ir por todas las provincias del Estado y las ciudades autónomas contando de dónde vienen las canciones y por qué se hicieron.

Cuénteme, por ejemplo, el origen de Contigo, que es una de sus favoritas.
Le puse música a una letra de Joaquín, pero a él no le gustó porque era muy rockera y él quería una balada; así que usamos esa música para Es mentira e hicimos otra.

Le pasó algo parecido con Enrique Iglesias.
Le compuse un tema, Sin sabores, y me lo devolvió muy amablemente. Sin problema. La escuchó Sabina y le gustó. Le cambió la letra e hizo 69 punto G.

Su éxito fue No me importa nada, que cambió la carrera de Luz Casal. La letra es de Gloria. Ella prefirió la pausa para el café de las once.
Pidió una excedencia en el ministerio, pero se dio cuenta de que esta vida no le gustaba y volvió.

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