Casa Víctor, más de un siglo en familia

Fundado en el año 1918, es el comercio fonsagradino más antiguo
photo_camera La actual dueña de Casa Víctor, Belén Queizán, junto a su padre Amadeo en el local. SEBAS SENANDE

Corría el año 1918 cuando el matrimonio maragato formado por Víctor García y Ramona García encontró en A Fonsagrada el lugar idóneo para fundar su primer negocio. Se quedaron maravillados con el pueblo y en un tiempo en que en la villa solo había una casa de comidas decidieron emprender una aventura que logró muchos más éxitos de los esperados. En pleno centro de la localidad adquirieron una casa que convirtieron en ultramarinos bajo el nombre de Casa Víctor, un histórico establecimiento que caló hondo en la comarca y permanece abierto 101 años después. 

"Naqueles tempos había de todo, desde queixos de Castela, viño do Bierzo, piensos, cereales, latas de conservas... Todo o que un poida imaxinar tíñano aquí", rememora Belén Queizán, bisnieta de los fundadores y actual dueña del establecimiento que conserva la esencia de antaño, pero en la actualidad solo se dedica a la venta de productos al por mayor. Es la cuarta generación de una familia que llevó a lo más alto el sueño de Víctor y Ramona. "Cando os bisavós se retiraron colleron o relevo meus avós: Francisco García y María López. Nese tempo fundaron a casa de comidas e unha pensión, que se habilitou na planta de arriba do negocio", indica Queizán. 

Casa Víctor fue ultramarinos, pensión y ahora un local de venta al por mayor

La comida de María de Víctor alcanzó tal renombre que el establecimiento se llenaba diariamente de comensales. Además, profesionales de toda la comarca y de otras provincias se hospedaban en la posada. "Daquela moita xente pasaba por aquí. Viñan médicos, mestres e outros traballadores de toda a contorna", señala Queizán, quien indica que los clientes cogieron tal cariño al establecimiento que en la actualidad aún le preguntan por él. De hecho, relata que hace unos meses dos antiguos huéspedes de Valencia volvieron al establecimiento para rememorar viejos tiempos. "Preguntaron polos meus avós e pedíronme se lles deixaba ver a habitación na que se hospedaron hai anos. Eu accedín encantada, porque aínda que xa non rexento a pensión o edificio segue sendo da nosa propiedade. Pasamos un anaco rememorando anécdotas e marcharon moi contentos", señala la mujer. 

El trato cercano con los clientes y la buena calidad de los productos eran y sigue siendo el sello de calidad del establecimiento. "Sempre se traía do mellorciño, e era moi característica a venda dos produtos a granel, desde o sal, ata os pementos ou o pimentón, todo se despachaba ao peso". Testigo de este sistema son las grandes barricas de madera en las que se almacenaba el vino que aún adornan el local, "a xente traía as súas propias garrafas e enchíanas de viño", rememora la actual dueña, así como la antigua balanza de dos platillos que decora el mostrador en la que se pesaban las sardinas en conserva. 

Cuatro generaciones regentaron este local que aún mantiene la esencia de antaño: productos de calidad y un trato cercano

Tras retirarse del negocio María y Francisco, cogieron el relevo su hija Angelines y su marido Amadeo en el año 1972. Un matrimonio que se jubiló en el 2008 para dar paso a su hija Belén, quien cerró el ultramarinos, pero conserva la venta de productos al por mayor. 

RECUERDOS. En cada esquina de la emblemática Casa Víctor se albergan infinidad de recuerdos imborrables. La mesa y el banco de madera que presiden la entrada del local reunieron antaño a cientos de personas comiendo el pulpo en los días de feria, y las argollas de hierro en las que se ataban los caballos aún cuelgan de la fachada. 

La actual dueña, bisnieta de los fundadores, recuerda que hace años los artículos se vendían a granel y el bajo era el "garaje" de los caballos

Actualmente el negocio ocupa únicamente la entreplanta del edificio, pero Casa Víctor cuenta con tres pisos: "A planta superior que era onde tiñamos a pensión, e o baixo, que servía de garaxe para deixar os cabalos nunha época na que os coches escaseaban", rememora Belén Queizán, que sigue manteniendo abierta una tienda que es mucho más que un comercio "é un local repleto de recordos que durante anos se converteu na segunda casa de moita xente", dice orgullosa.

Landeira, librería y mucho más
Otro de los establecimientos más antiguos de A Fonsagrada es la librería Landeira. Un negocio que a lo largo de los años ha pasado por las manos de varios dueños y en la actualidad es propiedad de Amalia Fernández, quien lo regenta desde hace tres décadas. En pleno centro de la villa el local se convierte en parada obligatoria para vecinos y visitantes, pues según recoge el lema del negocio "cando non atopes algo ven a Landeira".

Así, productos de apicultura se mezclan con herramientas, juguetes, artículos de limpieza, de papelería, libros o restistas. "Temos un pouco de todo" destaca Fernández.

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