Un velero único en el mundo surca la ría de Ribadeo

Un mecánico y un monitor de vela ribadenses adquirieron y rehabilitaron un prototipo de un astillero francés que solo fabricó seis en el mundo en 1977 con el mismo molde. Únicamente se conserva el mariñano

el último suspiro. ribadeo
photo_camera El Último Suspiro, frente al faro de Illa Pancha de Ribadeo. AMA

El mecánico naval David Fernández Feijóo conoció en 2013 al francés Gaël Robine cuando recaló en el puerto ribadense, de camino a su país, tras comprarse un nuevo barco en las Canarias. Del mantenimiento de su embarcación, como del de muchas otras, se encargaba el ribadense, con tal esmero que el galo le confesó que tenía un velero del que no quería desprenderse, salvo que cayese en buenas manos. Así fue como El último suspiro, fabricado por astilleros Hervé en 1977, fue adquirido por David Fernández y el monitor de vela, Iago López Pulpeiro. Solo se fabricaron seis en el mundo con el mismo molde y el de Ribadeo es el único operativo.

"Es un barco único y además, Robine nos lo traía a la puerta de casa —llegó a finales de septiembre de 2015—. Casi fue un regalo, económicamente. No podíamos decir que no", señala Feijóo. "Es un velero rápido de regatas que en su día se adelantó a su tiempo, porque tiene las líneas modernas de los de hoy en día, y de hecho es un prototipo porque en el apartado de modelo, señala ‘prototype’".

Los orgullosos propietarios de este barco lo están además por el trabajo que les llevó restaurarlo, durante casi un año, en sus ratos libres. El velero mide 6,30 metros de eslora y 2,50 metros de manga — "lo que es raro en un barco de su edad", puntualizan los mecánicos—; además pesa 800 kilos. Se construyó con un moderno motor fueraborda y está "equipado con un remo para poder sacarlo y meterlo en el mar; es decir, que está hecho para no tener que usar el motor", como matiza Feijóo.

El mecánico David Fernández destaca que se trata de un barco ligero, que se adelantó a su tiempo por su diseño 

En lo que más tiempo emplearon los mecánicos fue en reconstruir la madera noble, como la de palisandro, con la que estaba fabricado, si bien utilizaron fenólico e iroko —el casco es de poliéster—. Gastaron casi tanto en la rehabilitación, como en la adquisición. Es más "solo el juego de velas para competición —la Mayor; la Génova, para poco viento; el Tormentín, para mucho aire o el Espinaque para vientos de popa— vale tanto como lo que pagamos por él".

Aparte, "en esta zona ya no quedan barcos de madera salvo las pequeñas lanchas", añaden como otra de las peculiaridades de la embarcación.

En su opinión, "tener un barco no tiene por qué ser caro; nosotros no tenemos grandes sueldos y sin embargo, con unos 50 euros al mes, podemos costear atraque, seguros y mantenimiento".

Ambos salen a menudo a navegar. De sus cuatro plazas como máximo para competición, ellos las aumentaron hasta disponer de seis en total para pasar jornadas atracados en compañía en alguna cala de la zona, como la de San Román, en Castropol.

Con un avezado regatista como Iago López, participan en la SemanaNáutica. "Es un velero difícil de manejar para uno solo", objetan. En su eslora y peso, son los primeros, pero les gustaría que en los premios, el Náutico contemplase una mención para veleros con tantos años de navegación, nada menos que 41, ya que la mayoría están entre los 15 y los 20 años, como mucho.

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