"Todos los coches necesitan mimos, no solo el Mazda RX-8"

El vivariense Antonio Basanta se encariñó con el cupé de Mazda, a pesar de lo especial de su motor rotativo. "Es como un kart para disfrutar los fines de semana", dice de este ágil deportivo
Antonio Fernández, con su Mazda RX( en el puerto de Viveiro. J.Mª ÁLVEZ
photo_camera Antonio Fernández, con su Mazda RX( en el puerto de Viveiro. J.Mª ÁLVEZ

Vistoso pero raro. Divertido pero delicadamente complejo, por no decir pijotero. Una delicia para quien lo ama y un dolor de cabeza entre los hartos de su especial mecánica o que odien comprobar los niveles de aceite. Todo ello puede ser el Mazda RX-8, un cupé que el vivariense Antonio Fernández Basanta guarda para saborearlo los fines de semanas por carreteras reviradas. Y lo disfruta porque sabe tratarlo con mimo, desde que se lo compró en 2007 a un amigo, un Dj alemán residente en Girona al que no le cabía el carrito del bebé y lo dejó a los dos años, con 20.000 kilómetros. 

Además, toda su familia resultó indemne con él de un accidente en A Gañidoira, cuando se les atravesaron de noche cuatro caballos a la altura de Muras y se llevó uno por delante: "Estropeó la defensa y abolló el capó pero salió despedido por arriba sin más daños, pudiendo volver a Viveiro", recuerda. "Yo buscaba un deportivo de 4 plazas para llevar a mis dos hijos y no me servía un Toyota Celica", explica el protésico dental vivariense, que ya le había echado el ojo al RX-8 en el expositor de cuando acudía al concesionario coruñés con su Mazda 323 de faros escamoteables y con una mecánica fina y fiable para los estándares de la época. Este 323 ya es un clásico. 

La mecánica del RX-8, en cambio, es muy especial. Se trata de un motor Wankel, rotativo y sin los pistones habituales, que puede alcanzar las 9.500 revoluciones por minuto y suena casi como una moto. Un propulsor pequeño, ligero y al que sin necesidad de turbo como en su predecesor RX-7, le sacaron 231 CV. La cilindrada es de tan solo 1.300 centímetros cúbicos pero, en realidad, y como dice Fernández, "entre los dos rotores te sale un 2.6 litros y es verdad que pide ir alto de vueltas porque así también expulsa la carbonilla". Su funcionamiento, al no llevar válvulas, se apoya en unas lumbreras de admisión y escape que por momentos coinciden abiertas. En este modelo hay tres de admisión para cada rotor. 

Su propietario reconoce que al propulsor le pirra la gasolina de 98 octanos, no quiere otra, y mínimo se traga 11 ó 12 litros a los cien. Además de un aceite especial que necesita para lubricar bien las cabezas de los rotores. "El aceite de marca Idemitsu lo trae un amigo mío de Japón, vía Estados Unidos, y siempre llevo una lata en el maletero para echarle cada 3.000 kilómetros porque lo consume", explica. Según algunos testimonios, el consumo de aceite no sería en todo caso desorbitado si lo comparamos con el de otros deportivos con motor bóxer (pistones opuestos) y altas revoluciones.

antonio fernandez de viveiro con su mazda rx8 en el puerto deportivo de viveiro- jm alvez

No obstante, ese amigo madrileño, fundador de un club RX8 en España, resultó providencial y fue quien lo sacó del apuro mecánico con este japo: "Tuve un problema con los rotores porque en un concesionario oficial, al rehacerle la instalación eléctrica por una avería externa, se equivocaron al colocar las bujías. En cada rotor van dos, una más grande que la otra, y las pusieron al revés, con lo cual generaba carbonilla, fastidiando los catalizadores y perdiendo fuerza. Pero este amigo dio con el fallo". También le introdujo una programación del encendido mejor que la de fábrica con lo cual "hay que esperar a que se caliente para acelerar a altas vueltas". Y es que muchos de estos RX-8 de capricho no han tenido buena vida a causa del desconocimiento de su motor tanto por parte del propietario, no solo aquel que lo trincó para el drift, como de muchos talleres y proyectistas en busca de más potencia.

Su estética se ve actual a pesar de los 18 años del coche, y los acabados combinando cueros en rojo y negro son de calidad, como su chasis. "Es ágil como un kart —dice Antonio—, al ser tracción trasera y llevar pesos muy repartidos, con el motor sobre el eje delantero pero bastante retrasado y el depósito de gasolina encima del trasero". Para quien ama la conducción deportiva es un juguete  pero capaz de acomodar a 4 personas, gracias a las puertas posteriores que abren en sentido contrario. No como muchos cupés, en la práctica biplazas o de asientos posteriores para niños.

MOTOR

Aún así, cuando lo lanzaron, las puertas suicidas del RX-8 también parecían peculiares, máxime tratándose de un deportivo y por detalles de seguridad como que no abrían si el ocupante delantero tenía el cinturón abrochado. Sin embargo, resultaban bastante prácticas, no son como aquella pequeña que traían los primeros Mini Clubman. Incluso resultaron más descansadas que los enormes portones de un cupé coetáneo como el Alfa Brera, otro que se bebía el agua de los floreros, valga la expresión.  En todo caso, el coche de los triángulos, con esas formas en la carrocería, capó, pomo o en los asientos que aluden al diseño de los rotores del Mazda, cogió fama enseguida y uno podía seguir descubriéndole detalles. La palanca de marchas es peculiar y más todavía el asa del freno de estacionamiento. Está más pegada al acompañante (convendría tener alejadas sus manos de ella) que al conductor. 

El atropello de un caballo que irrumpió de noche en la calzada solo dejó daños en la defensa y el capó

Pero en la vida de este vivariense amante de los coches hay otros muchos, sobre todo el mencionado Mazda 323 que utilizan él y su esposa Carmelina para competir en los rallys de regularidad, y que ya les ha proporcionado diferentes premios en Asturias.

"Este año volvemos, la primera prueba será el 19 de febrero en Ribadesella y ya están apuntados 151 coches de España y Portugal", destaca. El suyo siempre ha sido un estilo deportivo, aunque por su garaje llegó a pasar un SsangYong Actyon, "que montaba un motor Mercedes muy bueno pero que vendí porque, definitivamente, no me gustan los SUV". Su primer coche fue un Renault Super 5  y el más reciente es otra máquina de cuidado, un Audi A7 biturbo de 330 CV. "Es más rápido que el Mazda porque con los dos turbos, uno soplando desde bajas revoluciones y otro en altas, sale como un tiro", explica Fernández Basanta. Quizás sea también un amor transitorio pues dice que "cada vez me tira más lo antiguo y mi ilusión sería hacerme con un Opel GT de 1969, el gemelo del Corvette Stingray". 

Más en A Mariña
Comentarios