"No sustituimos a las familias, nosotros somos un puente"

La casa de menores e Burela acoge a diez jóvenes que ha tenido que salir de su hogar y les facilitan una atención integral 24 horas al día ►El centro está siempre al completo, ya que en la comarca solo existe esta instalación y otra en Viveiro, ambas gestionadas por religiosas

Toni Castro (de naranja) y Alberto Méndez, ayudando a estudiar. JMª ÁLVEZ
photo_camera Toni Castro (de naranja) y Alberto Méndez, ayudando a estudiar. JMª ÁLVEZ

BURELA. «No hay nada más terapéutico que una buena acogida». Con esta frase se puede resumir la charla con los educadores y responsables de la casa de familia que la congregación religiosa Hijas del Divino Celo Rogacionistas posee en el centro de Burela. Unas instalaciones nuevas y con una moderna decoración donde residen hasta diez niños y jóvenes en guarda o tutela de la Xunta de Galicia que, por diversas circunstancias, no pueden residir con sus familias. Un acogimiento, más o menos temporal dependiendo de las circunstancias personales de cada usuario, que tiene como objetivo arropar y preparar a los chavales para que puedan regresar con los suyos. «No sustituimos a las familias, nosotros somos un puente», cuenta Jesús Iglesias, uno de los responsables del centro, un «hogar funcional», donde los chicos están atendidos durante las 24 horas del día.

Unos niños y jóvenes que pueden contar entre 0 y 18 años, aunque de bebés apenas hay ingresos. En la actualidad, acoge a menores de entre 6 y 17 años, con una baja la pasada semana de un chico que cumplió la mayoría de edad, pero en el que pronto recibirán a dos hermanos. «Nunca hay plazas libres», explica, pues es el único centro que funciona en la comarca, junto con el de Inmaculada Niña de Viveiro, también regido por religiosas.

La distribución de la vivienda -cuatro pisos unidos entre sí en una primera planta que, con diversas obras, han convertido en una casa cómoda y funcional- permite el acogimiento de hasta diez personas, aunque las plazas concertadas son solo ocho.

«Somos muy fiesteros»
El verano marca una relajación en las costumbres y, como a todas las familias, les gusta salir y divertirse. Las visitas a las playas, a lo largo y ancho de la comarca, tienen su réplica de noche con la asistencia a verbenas y citas lúdicas. «Somos muy fiesteros», cuentan.

Vacaciones
Para desconectar del día a día pasan juntos quince días de vacaciones, preferentemente en el Mediterráneo, por aquello de tener garantizado el buen tiempo. Barcelona fue el destino del pasado año. Unos días de asueto al que los niños añaden la participación en campamentos de la Xunta —se buscan intercambios con otras comunidades— y los mayores de 14 pueden incorporarse al programa ‘Diseñando o teu futuro’, con estancias remuneradas en empresas para un primer acercamiento al mundo laboral.

70 euros mensuales
Es la paga que reciben los mayores de 12 años para sus gastos: 10 euros a la semana y otros 30 al acabar el mes,

«Los niños no tienen problemas, son los problemas de los adultos los que están repercutiendo en su desarrollo», cuentan los monitores a la hora de hablar de su vital función, que consiste sobre todo en normalizar la vida diaria de los menores, pues «a veces lo que es normal es lo menos normal», cuentan, en referencia a que en ocasiones llegan al centro sin pautas ni horarios de comidas, juegos o higiene.

Ese es el primer paso y donde primero se ven los resultados. «Pasan de ponerse lo primero que pillan a gustarles ir con la ropa lavada e planchada y tienen tareas asignadas como poner y quitar la mesa, lavar, fregar y recoger su cuarto», cuenta Toni Castro que, junto a Alberto Méndez, son los educadores tutores de la casa y los responsables de acompañar a los chicos en todo, desde ir al médico, tutorías en el centro escolar, coordinar las salidas y ayudarles con dudas de todo tipo en su proceso de madurez.

ESTUDIO. Unas figuras fundamentales en su desarrollo como persona, que pasan todas las tardes con los menores, junto a dos educadores de apoyo que les ayudan en refuerzo escolar, y es que el tiempo de estudio es algo en lo que hacen especial hincapié: «Una mejora de su situación académica es lo mejor que pueden conseguir, porque es lo que le va a dar oportunidad de cambiar», explican contando el caso bastante repetitivo de chavales que llegaron con un montón de suspensos y que terminaron el curso con buenas notas. Una formación a la que suman el aprendizaje del inglés.

Una hora y media de estudio que empieza tras la merienda y un rato de ocio, que suelen hacer fuera para desconectar si hace bueno, y a la que siguen las duchas por turnos -con un baño para cada tres- y la cena, de cátering.

Unas rutinas que se relajan el fin de semana, cuando gana terreno el tiempo para el ocio y al ordenador, las pelis o la Play se suman a la ritual salida de todos los sábados a cenar fuera, lo que a los niños les vale de diversión, pero también de aprendizaje y de descubrimiento de otras cosas a las que todos pueden aspirar.

Son diez las personas que trabajan en la casa, entre cuidadores y educadores, uno de ellos solo para el fin de semana. Empleados directos a los que se suman voluntarios, aunque en la casa son menos porque se exige una dedicación constante. «Se trabaja con chavales y no se puede desaparecer», aseveran sobre unas condiciones que no les han impedido contar con gente tanto en el ámbito de la formación como en la administración, un papeleo que es la parte más engorrosa de un trabajo que les lleva a buscar ayudas «hasta debajo de las piedras».

«Nos protegemos todos»

Las relaciones entre los chicos, varios de los cuales comparten habitación, marcan el día a día de una estancia que puede ser larga

Varios de los menores, muchos de los cuales se independizarán en el centro, acceden a hablar sin la presencia de los monitores. Un momento inicial de tensión previo, por ambas partes, termina con fructíferas charlas que ayudan a comprobar que los problemas de los adolescentes son iguales en todas las casas, si bien en ésta se palpa quizás una mayor preocupación por el futuro profesional, que en buena parte de los casos, pasa por la hostelería.

Lo primero que sorprende es el impoluto orden que impera en los cuartos. «Somos adolescentes, claramente nos obligan», responde con un gran sonrisa uno de los menores. A sus catorce años es uno de los veteranos, lo que le ayuda a valorar las relaciones con sus compañeros: «Tenía unos cuando llegué y los de ahora son como una segunda generación para mí, unos me caen bien y otros no, pero en el centro todos nos protegemos y nos ayudamos», cuenta con una madurez pasmosa, mientras enseña los dibujos con los que le encanta pasar el tiempo.

Una buena mano para la creación que le lleva a pensar en poder estudiar Bellas Artes, dice, mientras guarda con cuidado el material en su mochila de dibujo en la habitación que de momento ocupa solo y donde han sido muchos los momentos en que ha pasado leyendo a Blue Jeans o John Green y es que leer, dice, es una de sus pasiones «y voy mucho a la biblioteca».

En el otro extremo de la casa tiene su cuarto uno los recién llegados, una habitación con una sola cama, que se reserva para hacer más llevadera la incorporación con una mayor intimidad. Es un cuarto con escritorio, lo que permite que su inquilino pueda repasar las Mates con el apoyo de una cuidadora. Unos volúmenes que parece entender a la perfección este joven que pierde su timidez al hablar de la cocina y es que los postres son su plato fuerte y aunque su favorito es la tarta de manzana, dice bordar el nada fácil brazo de gitano.

INTIMIDAD

Se consigue gracias a las diferentes salas, donde cadaa uno puede apostar por pasar su tiempo de descanso como guste

LABORAL

Los adolescentes tienen claro que encontrar  un empleo con el que poder mantenerse es una de sus metas a medio plazo

ETAPAS

Los más pequeños tiene horarios diferentes para cenar, dentro de otras costumbres más acordes para su edad

Desparpajo es lo que le sobra a otros de los compañeros de la casa, quien confiesa que su pasión sería ser actor y madera no le falta a este joven, que tiene claro que serían unos estudios que debería compaginar con una profesión con la que ir ganándose una vida, que le cuesta imaginar lejos de la comarca, todo lo contrario que su compañero de cuarto, que prefiere perderse en la intimidad de las ciudades y que no descarta prepararse como maquillador y estilista. Ya sabe lo que es la vida laboral, aunque solo de fin de semana, y tiene como asignatura pendiente conocer Nueva York, relata con una cierta timidez, que pierde cuando se convierte en su ‘otro yo’ en el blog en el que cuenta las cosas que le cuesta decir con palabras.

AL MAR. Hacia el mar siempre se dirigen los paseos en las horas libres de otro de los muchachos, al que le gustaría seguir la tradición familiar y enrolarse en un barco, una perspectiva que se marca a medio plazo, cuenta en un alto de su descanso en la sala de la casa donde están los portátiles y la Play, que aunque puede usar con moderación, carece de juegos de moda, se queja.

Las diferentes preferencias de cada uno les llevan en su tiempo de descanso a poder pasarlo en las diferentes dependencias —hay varias salas que se conocen como naranja o azul, por el color de los sofás— y, así, mientras unos ven el fútbol otros apuestan por las series como Dos hombres y medio o Modern Family.

En el caso de los más pequeños, dos hermanos de 6 y 12 años que comparten cuarto, cuentan con una sala contigua en la que tienen su tele, donde pueden ver cosas más apropiadas para su edad, lo que les lleva también a tener diferentes horarios con las comidas, aunque a ellos, sobre todo al de menor edad, lo que le gusta es el patinete, con el que practica con energía por la gran terraza que tiene en el piso, en el centro de Burela, y donde también a los mayores se les de vez en cuando jugar y es que un par de tiros con el balón permite liberar mucha energía. «O malo son os balóns que levamos perdido», cuenta entre risas un monitor.

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