Un pescado que se mima del mar a la subasta

Una cooperativa de mujeres se encarga de clasificar las piezas que traen los barcos a Burela, un oficio tan necesario como desconocido
Foto de familia de las integrantes de la cooperativa O Cantiño. JOSÉ Mª ÁLVEZ
photo_camera Foto de familia de las integrantes de la cooperativa O Cantiño. JOSÉ Mª ÁLVEZ

En la lonja burelesa el trabajo no se detiene de noche, pues son muchos los empleos que ahí tienen su pico, que va aumentando con las horas y desde las cinco de la mañana se convierte en un pequeño pueblo, mucho más lleno que alguno de los vaciados de la España rural, pues es fácil encontrar a cerca de 400 personas en sus diversos quehaceres. "É moita a xente a que vive disto, que traballa en almacéns, compradores, mariñeiros… e moita a vida que se vive de noite e case descoñecida", cuenta Begoña Pernas, la presidenta de la cooperativa O Cantiño, de la que forman parte varias mujeres que se encargan de seleccionar y clasificar el pescado que va después a la subasta.

Una cooperativa con 35 años de vida y con la que lograron una mejora en las condiciones laborales y es justo eso, la cotización a la Seguridad Social, la principal ventaja que consiguieron con la creación de esta fórmula que viene a poner en valor un trabajo que en Burela se viene ejerciendo desde hace cuatro décadas siempre a cargo de mujeres.

Cooperativa O Cantiño. JOSÉ Mª ÁLVEZ

PRODUCTIVIDAD. Y son ellas las que siguen encargándose de una tarea que es fundamental y a la que no siempre se le da el reconocimiento que merece, empezando por el sueldo. "Gañamos segundo as descargas, cantas máis hai máis cobramos, tamén máis traballo, claro, pero se non non hai a Seguridade Social e outros gastos hai que pagalos igual e sae do noso soldo", cuenta la presidenta de una entidad de la que también forman parte Montse Cabarcos, Begoña Dayán, Yaiza Iglesias, Consuelo Lozano, Sonia Cabarcos y Dolores Rodríguez, la mayoría socias y otras empleadas, que acceden a contar los entresijos de su oficio.

Relevo
"Toda a que queira empezar ten unha oportunidade"
Las integrantes de la cooperativa, mujeres de diversas edades, son conscientes de que a veces encontrar gente que se quiera incorporar no es tarea sencilla. "Damos oportunidade a toda a xente que queira empezar, pero ás veces é difícil polo horario e pola falta de recoñecemento", cuentan. Tanto es así que en verano han recurrido a sus hijos y a otros estudiantes "e non lles vén mal, porque así saben o esforzo que facemos por eles", dicen.

Lunes
El inicio de la semana es el día con más descargas y la jornada en la que pasan más horas; con menos barcos el horario más habitual es de dos a seis de la madrugada.


Un trabajo que las obliga a trabajar de noche y dormir de día, un hándicap al que le dan la vuelta porque les permite conciliar con su vida familiar. "Eu criei así os fillos, porque o meu home estaba pola noite na casa e de día estaba eu", asevera Dayán sobre un estilo de vida que muchas comparten.

También están de acuerdo en que lo peor son los desajustes de sueño, que cada una administra como puede, y los dolores de espalda, brazos u hombros que se generan con los movimientos repetitivos de mover y levantar las cajas, con pesos que rondan los veinte kilos o el tener que trabajar al pie de los barcos, a la intemperie aguantando lluvia y frío.

Trabajar de noche es un hándicap al que le dan la vuelta porque les hace más fácil la conciliación familiar

Por el resto, es un trabajo "entretido e ameno", como lo define Montse y a todas les gusta, tanto a las más veteranas como a las nuevas incorporaciones, entre las que se encuentra Sonia, que lleva solo dos meses. "Ao principio custa, pero vou aprendendo e xa noto melloría na distinción dos tamaños", explica la mujer, una de las más jóvenes del grupo, en la que la benjamina es Yaiza, de 23 años, que se animó a probar en un trabajo en el que está contenta.

Cooperativa O Cantiño. JOSÉ Mª ÁLVEZ

Un oficio que consiste en clasificar a mano el pescado, según se descarga de los barcos y colocarlo en cajas dependiendo de la variedad, el tamaño y la frescura, con el fin de que todos los lotes vayan parejos y que obliga a manipular casi de uno a uno los ejemplares, que en el caso de la merluza están obligados a contar por unidades y las especiales, de más de 3,5 kilos, se pesan solas. "Separamos o melado do de primeira e vanse poñendo en caixas diferentes para que non desmereza en prezo, cóntanse as pezas que van na caixa e pásase ao pesador para que faga a media, o que chamamos calibre", explican con paciencia.

El frío y los dolores por el peso de las cajas es lo negativo de un empleo para el que la edad no es un inconveniente

Un trabajo que realizan en unas mesas con rodillos sobre los que las cajas desfilan entre un ruido constante y que suelen estar junto a los barcos, aunque a veces se descargan desde el camión en los espacios que tienen adjudicados en el exterior de la lonja, de manera que la caja del vehículo queda abierta al interior de la nave y los operarios van sacando sobre las mesas las cajas, que en los barcos sacan en pilas (lindadas o estrobadas, las denominan) los marineros directamente desde las neveras de la embarcación con una grúa.

Merluza es lo que más se mueve, pero también hay barcos que descargan variado, con especies como congrio, palometa, besugo, pez palo, sable, cabras, san martiño, rape, juliana, raya, gallo, escacho... que son más difíciles de clasificar, pues "hai moitas clases e de tamaños máis diferentes", aseveran incidiendo también en la importancia de la frescura, pues "non é o mesmo o lance do primeiro día que do último e se os pos xuntos desmellora o prezo á hora de vendelo", explican.

Una selección de la que sorprende la rapidez con la que las manos expertas van colocando sobre las cajas, que de forma inmediata el pesador sitúa en la báscula, pesa e imprime una etiqueta en la que figura la especie, nombre del barco, zona de pesca y arte y que se coloca sobre la caja. A continuación, otra persona se encarga de arrastrarla con un gancho y colocarla en la parte de la lonja dedicada a la subasta, pero también aquí hay un orden y se coloca por especies y tamaños.

Cooperativa O Cantiño. JOSÉ Mª ÁLVEZ

Unos lotes que se venden en la subasta de primera hora de la mañana, desde las cinco y media a seis y media aproximadamente, en función del número de barcos que descargan. Una actividad que es de las más animadas, con compradores de diversas partes que acuden a Burela a adquirir el pescado para llevar a diferentes plazas de toda España.

Los productos que quedan en A Mariña se podrán comprar en apenas unas horas en las pescaderías de la comarca. "Somos uns privilexiados e ás veces non sabemos apreciar ben o que temos", afirma Begoña Pernas, que entró en el oficio tras retirarse su tía y que procede de una familia de marineros, "meu pai sempre andou ao mar e miña nai foi redeira", recuerda. Una tradición que también se da en el caso de otras compañeras como Consuelo, "filla, nai e muller de mariñeiros", que lleva dos años en el grupo, "e é un traballo que me gusta e que vivín de sempre", explica, o Dolores que hace solo seis meses que empezó: "é algo que me gusta moito, pero tarda un en acostumarse, que non é dun día para outro, pero lévase ben", reconoce.

Trabajan en grupos escogiendo el pescado que se descarga desde los propios barcos

DOS GRUPOS. Las ocho mujeres que integran la cooperativa (una está de baja en la actualidad) trabajan en dos grupos y se reparten por barcos cuando coinciden varias descargas a la misma hora, por lo que no es habitual que trabajen todas juntas como sí hicieron en la madrugada del miércoles a primera hora para la descarga de un volantero con 1.400 cajas tras más de diez días de marea. Un grupo que se deshizo desde las dos de la madrugada para atender a otros tres barcos que descargaron a esa hora, de manera que se crearon tres grupos de dos mujeres y otro de una sola para atender todas las descargas, que se hacen por orden de venta.

De media, cada pareja puede hacer 300 cajas en una hora, en un trabajo continuo que solo se ve alterado por el café que a veces les sirven los marineros del barco en que trabajan. Un oficio para el que además de la ropa de abrigo lucen gruesos delantales y manguitos de plástico hasta más arriba del codo para evitar las mojaduras y que completan con guantes que no siempre evitan los daños colaterales de pincharse con anzuelos, con dientes de las merluzas o las clavadas de las púas duras de besugos o palometas, por ejemplo.

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