¿Cómo llegó usted al yoga?
Con 13 años me detectaron una escoliosis grave. Me mandaron nadar y fui a la piscina durante años todos los días. Y competía. Pero tuve problemas respiratorios por el cloro. Busqué una alternativa y ahí llegué al yoga.
¿Y cómo fue su primer contacto?
Yo necesitaba hacer ejercicio para la espalda por mi enfermedad, y me apunté a yoga en un gimnasio de Gijón. Y poco a poco fui profundizando en el yoga, porque está muy unido a la escalada y a la montaña que yo practicaba. Y sin darme cuenta me formé y ahora estoy dando clases.
¿Qué le aporta el yoga?
Antes de ser profesora era un espacio de tranquilidad. Trabajaba como teleoperadora en una empresa eléctrica y era un trabajo estresante, por eso el yoga me llevaba a mi interior y me hacía bien. Me sentaba bien el silencio. Iba los viernes y estaba deseando que llegara el día para ir. Al final se convirtió en una rutina y en algo indispensable en mi vida.
¿Cómo lleva su enfermedad?
Pues estoy mucho mejor que la media, mucho mejor que una persona que tenga mi misma dolencia y que no se cuide.
¿Quién llega a sus clases?
Vienen muchas personas de mediana edad, con una vida sedentaria, que necesitan algo de movilidad, pero nada exigente. Ahora me estoy especializando en dar clases particulares, para gente con problemas específicos, con dolencias, que buscan una atención particular, más terapéutica, aunque sigo conservando mis grupos.
Y los niños, ¿van a yoga?
El año pasado tuve un grupo de niños y ahora, que están de vacaciones en Navidad, algunos vienen con sus madres. Quería haberlo llevado a los colegios este año, pero justo surgieron los brotes y no pude. El yoga es una necesidad muy importante para los niños y adolescentes. Tuve un grupo de adolescentes en verano, pero si los padres no están por la labor...
¿Por qué es tan importante el yoga para los adolescentes?
Por el tema de las redes sociales. Ellos están sobreestimulados con las pantallas y con un problema de valores. El yoga da herramientas para combatir eso. A los niños y adolescentes hay que darles un espacio para expresarse, para crear, fomentar un espacio sin pantallas.
¿Da clases de meditación?
Hay mucha gente que viene rebotada del psicólogo que pregunta por la meditación. No tengo clases específicas de meditación, pero mis clases duran una hora y media y siempre dejo un tiempo, al final, para la meditación, para intentar que la mente no esté en otro sitio, solo en el momento presente.
¿Usted medita?
Si, una o dos veces al día. Me siento más centrada. El silencio es importantísimo, acallar ese ruido interior, es un entrenamiento para ser más observativo, para que no tengas una reacción rápida hacia un estímulo. Es un entrenamiento para estar más atento, para no estar disperso.
