"Necesitaba la catarsis que es vivir en este paraíso"

Nicolás Fernández Suárez, autor de 'Aguafuerte en gris' nació hace 73 años en Vegadeo aunque siempre se sintió gallego. Tras muchos saltos al vacío sin red, tomó la acertada decisión de venir a Cervo después de medio siglo en Toledo. Hace una semana presentó su primera novela, con el fondo de lo que él llama guerra incivil 
nicolas fdez suarez del otero , ecritor que vive en san ciprian- foto jm alvez
photo_camera Nicolás Fernández, en su casa de Riocobo. JOSÉ Mª ÁLVEZ

Está aprendiendo gallego, la lengua en la que siempre se expresó aunque en ese castrapo que le trae a la memoria a su padre y a su abuela. Lo hace ahora desde Río Covo, en Cervo, en esa vuelta a la Galicia de sus veranos en familia, aunque ahora lo hace solo con su perro, porque "la familia está cada uno por su lado, como debe ser", argumenta. Buen novelista y periodista, ambas cosas por placer, lo suyo fue siempre la enseñanza.

¿Cómo llegó a Cervo y por qué?

Llegué el 18 de octubre del pasado año, a un piso de Río Covo que compré por internet tras vender en una tarde a unos irlandeses el chalecito con finca que tenía en Toledo. Allí viví más de cincuenta años, de los que 42, once meses y un día me dediqué a la enseñanza. Aquí es donde me parece que están mis raíces, no solo por el idioma, sino también por las costumbres, la gastronomía y la manera de concebir la vida y de amar esta tierra.

Se le ve entusiasmado.

Estoy feliz aquí y todos los días hago como dice la canción, doy gracias a la vida por haberme dado tanto. Creo que por fin he encontrado mi lugar en el mundo y necesitaba la catarsis que es vivir en este paraíso. Me enamoré de Cervo y aquí quiero morir. 

Hace justo una semana presentaba su primera novela, ‘Aguafuerte en gris’. ¿Cómo fue la cosa?

Me sobrepasó por encima de todo lo inimaginable, fue una auténtica delicia y la casa de la cultura de Vegadeo, que es un sitio precioso, estaba casi llena, aunque también es verdad que vino familia mía que reside en Madrid y se acercó gente de San Cibrao. Me acogieron con todo el cariño del mundo y fue un poco esa vorágine de cuando quieres saludar a todo el mundo y vas como flotando. Hasta se acabaron los libros.

Una obra con sello vivariense, de Lar Libros.

Una editorial profesional como pocas y cordial como ninguna y no quiero dejar de agradecer la labor del capitán, Manuel López; el contramaestre, Pablo Pérez, o de Jandro, el maquetador.

Sin destripar nada, ¿qué me adelanta de la novela?

Es una obra de 541 páginas que, en lo esencial, habla de las heridas que deja una guerra civil, que yo llamo incivil, porque el rencor y el odio vive más de una generación. Son las secuelas de un disparate donde se cuenta también una venganza y una historia de amor que no gustará a los más conservadores, pero yo tengo dos premisas: la independencia personal y la libertad de ser.

Fue una novela de cocción lenta, la primera que publica, pero no lo primero que escribe.

Llevo toda la vida escribiendo y he sido merecedor de varios premios, pero siempre de relato corto o cuentos para mayores. Pero esta novela, en la que estuve trabajando veinte años, se rebeló y fue como sacar una cereza tras otra del canasto y yo no pude hacer nada más que seguir la máxima del profesor Cela, de crear un personaje, soltarlo por la vida a caminar e ir tras él a levantar acta de todo lo que él haga.

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