Moncho Castro: "Tengo la suerte de levantarme cada día con ganas de ir a trabajar"

Este empresario hostelero focego empezó muy joven como aprendiz de pastelero, aunque también estuvo empleado como pintor o marinero. Trabajó en Monforte, Madrid y Córdoba antes de asentarse en A Mariña y desde 1993 lleva las riendas de la cafetería pastelería Anduriña junto a su mujer

Generated by  IJG JPEG Library
Generated by  IJG JPEG Library
Generated by  IJG JPEG Library
Generated by  IJG JPEG Library
AppleMark
photo_camera Moncho Castro. ARCHIVO

Las empanadas de la cafetería y pastelería Anduriña, en Foz, pertenecen a ese grupo de productos gastronómicos con denominación de origen mariñana. Su fama traspasa fronteras y al frente del negocio desde hace ya varias décadas está Moncho Castro (Foz, 1962), que en la actualidad ve como su local de hostelería está afectado por la crisis de la pandemia del coronavirus, aunque sigue manteniendo abierta la zona de pastelería y panadería.

¿Cómo comenzó en este negocio de la pastelería y la hostelería?
Empecé muy joven, de aprendiz, como pastelero. Fue por circunstancias, porque mi familia era de marineros, no tenía nada que ver con la pastelería. Ahora puedo decir que es vocacional, porque me levanto todos los días con ganas de ir a trabajar. Disfruto mucho.

¿Trabajó fuera de la comarca?
Estuve en Monforte, Madrid y Córdoba. Luego llegó la crisis, y como no había trabajo en este sector pues tuve que trabajar en otros oficios. Estuve de pintor de y hasta de marinero durante un par de años.

Pero pronto volvió al sector pastelero, ¿no?
Así es. Tuve la oportunidad de trabajar en La Candelaria, en Ribadeo, y allí estuve varios años. Mi mujer entonces trabajaba en el restaurante Bouza de cocinera. El problema es que por nuestros horarios apenas nos veíamos. Nos dejábamos notas en la nevera y poco más.

¿Qué hicieron para cambiar esa situación personal?
Optamos por montar la pastelería Anduriña en 1993 en Foz, porque en Ribadeo entonces había ocho. Fuimos la tercera tras Xoyma y Amarena. Abrimos con un obrador pequeño. Más tarde también cogimos un despacho pequeño en Burela y la pastelería Fidalgo, que también era cafetería. Pero en el 2007 abrimos Anduriña, en Álvaro Cunqueiro, y centralizamos todo ahí. Pasamos de un local de 60 metros cuadrados a otro de 300, con almacén, duchas, un obrador muy grande.

Mi familia era de marineros, así que soy la primera generación que se dedica a la pastelería y hostelería

¿Cómo se dividen el trabajo dentro de Anduriña?
Yo me encargo más de la parte dulce y mi mujer, Mari, de la parte salada y de la cafetería. Pero siempre enseñamos a mis hijos a que tenemos que ser polivalentes. Todos sabemos hacer de todo. Los cuatro hacemos una tarta, un café o una empanada.

¿No se cansa de comer empanadas o pasteles después de tantos años en este sector?
Pues aún lo hablamos muchas veces y no nos cansa. Llevamos en este 26 o 27 años y nos siguen encantando nuestras empanadas. Algún día a la semana siempre llevamos una para comer o cenar. Nosotros tratamos de usar buenos productos porque lo hacemos todo de manera artesana, como el hojaldre. Lo único que no hacemos aquí es el pan, que lo vendemos de otros. Incluso tenemos una tarta propia nuestra, La Zapata de San Gonzalo, con nuez y frutos secos.

Hace años tuvo un susto en forma de ictus, ¿para qué le sirvió?
Pues para darme cuenta de que nadie es imprescindible. Fue hace cosa de seis años en pleno concurso de tapas en Foz, en Semana Santa. Curiosamente, esa vez que no estaba yo ganamos el primer premio.

Ahora estamos viviendo otro susto a nivel mundial, ¿cómo lo lleva?
Pues es terrible porque mucha gente se está quedando por el camino y nosotros tratamos de ayudar en lo que se pueda. Nosotros estamos abiertos en la zona de pastelería, para vender empanadas, pan, café para llevar. Tratamos de minimizar daños. Pero lo que más nos sorprende es lo agradecida que es la gente por darles ese servicio, porque llevamos encargos a domicilio, empanadas, bocadillos...

Tuve un ictus hace cinco o seis años y me sirvió para darme cuenta de que nadie es imprescindible

Anduriña sobre todo es conocido por sus empanadas. Si tuviera que llevar usted una a su casa para cenar, ¿cuál llevaría?
La de pollo con queso. Queda muy suave, muy bien, pero me gustan casi todas, soy de buen comer.

¿Dónde fue el último lugar donde se fue de vacaciones?
El año pasado estuvimos por Granada. Y el anterior por la Bretaña Francesa. También, a principios de septiembre, siempre vamos con los miembros de la coral de Foz a un lago termal que hay en Aragón dos o tres días a relajarnos.

¿Qué aficiones tiene fuera de su trabajo?
Me gustaba mucho la bici, pero la tuve que dejar por una hernia discal. Disfruto pintando, cantando en la coral, paseando con mi mujer o quedando a cenar con unos amigos.

¿Tiene ganas de jubilarse?
Ninguna. Ahora lo llevo bien, porque el peso lo llevan mis dos hijos. Recuerdo que en la década de los 90, en las fiestas del Carmen podíamos pasarnos sin dormir un par de días por el trabajo.

Comentarios