La marcha forzada de una monja provoca una ola de solidaridad en O Valadouro

La localidad se despide de sor María tras 24 años
Sor María, con vecinos en la cena. AMA
photo_camera Sor María, con vecinos en la cena. AMA

Con una cena, los vecinos de O Valadouro despidieron este jueves a sor María, una religiosa de la congregación de las Hijas de las Virgen de los Dolores, que llegó a la localidad hace 24 años para atender la escuela hogar de Ferreira. Un centro que hace años que ya no funciona como tal, pero en el que siguen residiendo varias religiosas, tres desde la muerte de sor Rosa el pasado 30 de julio.

Su sustitución fue el detonante del problema, pues desde la congregación enviaron hasta Ferreira a dos religiosas, una de ellas natural de O Valadouro, pero obligan a marchar a la hermana María, en contra de su voluntad y de los vecinos, que hasta recogieron firmas para pedir que no la desplazaran.

Y es que los valadoureses se han acostumbrado a sus dulces y cariñosas palabras, a su desenvuelta actitud, a su eterna sonrisa y sobre todo a oírla oficiar la palabra en aquellas parroquias donde el sacerdote no llega, pero también a hacer las misas más alegres, con sus canciones en un órgano portátil y con esa voz de ángel. "Bueno, con la edad se ha ido apagando", dice sor María, a la que le cuesta entender la decisión que ha tomado su comunidad de enviarla a Extremadura, en concreto a Miajadas, en Cáceres, para atender en un colegio con más de 600 alumnos. "El motivo que alegan es que hay algunas casas que necesitan hermanas y esa, que está al lado de Trujillo, es una de ellas", explica la religiosa, que fue llamada a Madrid para ser informada directamente por la superiora. "Me quedé perpleja cuando me informaron porque para mí fue una toda sorpresa que me fuera a llevar de aquí", dice.

Un sentimiento que tienen buena parte de los vecinos, que este jueves quisieron pasar con María sus últimas horas con la villa y dejando claro que no están en contra de que vengan otras religiosas, pero ven "inexplicable" el traslado.

"El pueblo tiene interés en que no me vaya y yo agradezco en el alma su apoyo y el cariño, pero la cosa está hecha, aunque me cuesta obedecer", dice recordando su llegada a Ferreira, donde se encargó de atender la escuela hogar ayudando en su día a día a los niños internos, una labor que con los años cambió por visitar y acompañar a las personas mayores, ayudar en la catequesis, y preparar el centro para los retiros que suelen hacer los sacerdotes.

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