La plancha está que echa humo

El arreglo de la vestimenta de los cofrdes de la Semana Santa de Viveiro, que incluye unos 5.000 trajes. empezó de forma intnesa después del Carnaval y supone un trabajo ingente

Pacola Sampedro y Remedios Pérez, planchando los trajes de los cofrades en los claustros de San Francisco. ANTÍA
photo_camera Pacola Sampedro y Remedios Pérez, planchando los trajes de los cofrades en los claustros de San Francisco. ANTÍA

Detrás de las procesiones de la Semana Santa de Viveiro hay mucho trabajo que no se ve. Pacola Sampedro Gómez es una de las artífices de esa labor, con ayuda de su prima Remedios Pérez, a las que ayer acompañaba Carmen Rivera. El trajín en el ropero de las cofradías es continuo.

El trabajo comenzó de manera intensa después del Carnaval, aunque tras la Navidad ya empiezan las primeras labores de acondicionamiento de la vestimenta. Unos 5.000 trajes pasan por la plancha -antes la traía Pacola de su casa, pero la actual pertenece a las cofradías- en los claustros de San Francisco. A la ropa de los cofrades hay que sumar la de los niños que portan las borlas y atributos, los estandartes o los penitentes que llevan las cruces.

Las mujeres de la Santa Cruz se ocupan personalmente de las capas y capirotes de terciopelo, para lo que cuentan con una plancha especial; pero salvo lo que prepara la cofradía del Santísimo Rosario en la Casa dos Maestros, donde además de la vestimenta limpian la plata y armadura de los romanos; las camareras de la Magdalena, labor que hace Nina Gueimunde, y del San Juan, que efectúa Mercedes Fernández, quienes trabajan en sus propias casas, y los cofrades de A Misericordia en los locales del pazo, todo lo demás pasa por las manos de Pacola, quien sigue la tradición de sus padres con ayuda familiar.

"Daquela non había a cantidade de traxes que agora, nin moito menos. Unha vez que collemos a plancha xa non a soltamos", bromea. Pero no solo planchan, también visten a los que participan en las procesiones y buscan portadores de hachones o cosen trajes, botones y broches. Todo está bajo control, porque Pacola anota en su agenda cada detalle. "Como hai rapaces altos e baixos hai que axustar os traxes con gomas e imperdibles, pequenos trucos para que cando saian vaian todos contentos", indica.

Las planchadoras realizan esta labor de manera desinteresada y por voluntad propia. Ahora trabajan con calma, unas tres horas por jornada, aunque el pulso se acelera los días de las procesiones, en que empiezan a las cuatro de la tarde y se marchan entre las dos o las tres de la madrugada. "Nos últimos días vén o apuro. Ás veces os nenos esquecense de traer os traxes e teño que andar buscándoos polas casas".

Tanta ocupación les impide presenciar las procesiones, porque durante cada una ya preparan a los que salen en la siguiente. Y cuando acaban los desfiles recogen la ropa para llevarla a lavar y después la guardan.

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