Juan Ramos: "Lo importante es que los hijos se sientan queridos por sus padres"

La adolescencia es una etapa vital no siempre sencilla en las familias, por eso contar con ciertas pautas de comportamiento facilita la convivencia y fortalece las relaciones. Según el psicólogo, que este jueves ofrece una charla en Burela, poner el foco en que los jóvenes tengan una buena autoestima es un paso para hacer adultos sanos
Juan Ramos, durante una charla.
photo_camera Juan Ramos, durante una charla.

La adolescencia es una etapa de transición en la que los jóvenes se enfrentan a una multitud de cambios físicos, emocionales y sociales y un momento en el que la autoestima puede verse afectada de manera significativa. Sobre adolescencia y autoestima hablará este jueves, a las seis en la biblioteca de Burela, Juan Ramos, psicólogo de la Fegadah (Federación Galega de Asociacións de TDHA).

¿Es la adolescencia una etapa complicada?
Sí, es un momento en el que los jóvenes están en pleno proceso de búsqueda de su entidad social, es decir, buscan con quién encajan y cómo encajan y ahí se produce un gran número de cambios que, al final, están relacionados también con subidas y bajadas en la autoestima porque están formando lo que será su adolescencia y su adultez.

¿Cuáles son los principales problemas que deben afrontar y que afectan a su autoestima?
Los principales problemas van asociados a la imagen corporal y los cánones de belleza que se transmiten a través de los medios de comunicación y que ahora se ven acentuados por lo que se encuentra en las redes sociales porque, al final, están constantemente comparándose aun sin quererlo.

¿Condicionan mucho las redes sociales sus comportamientos?
Son como un arma de doble filo. Por un lado permite encontrar gente con gustos similares y de los que les gustaría formar parte de una manera sencilla, es decir, pueden estar a miles de kilómetros pero los tienen a golpe de click. Pero por el otro está el anonimato que proporcionan y que lleva a muchos chavales a meterse directamente con otros, a decir cosas malas sobre ellos, y eso daña la autoestima. También está la presión de competir con los demás, de tener más me gusta y en el ámbito digital los refuerzos son muy potentes, son medibles y cuantificables y mientras la palabra es efímera, en el mundo digital todo se puede recuperar. Los jóvenes pueden entrar en espirales de querer publicar más y tener más me gusta.

¿Cómo pueden actuar los padres en estos casos cuando la supervisión ya se complica?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que prohibir o alejarlos de los medios que les permitan relacionarse con los demás de manera digital no es la solución, sino que hay que tratar de educar en valores. La dificultad aquí radica en la brecha digital que hay entre padres e hijos y parte de nuestro trabajo como padres es reflexionar y quitarnos esa idea de que lo de ahora es malo y lo nuestro era lo bueno, porque simplemente son realidades diferentes.

¿A qué síntomas deberían estar atentos los padres para detectar la baja autoestima?
Hay una serie de pilares en los que se deberían fijar. El primero sería una falta de autonomía o de capacidad para enfrentarse a situaciones nuevas sin ayuda externa, es decir, una persona con baja autoestima va a dudar de sus capacidades. Tiene también que ver con pensamientos irracionales como generalizar. Es decir, si me ha salido mal un examen de matemáticas ya digo que se me dan mal las matemáticas. Si a eso sumamos cierta apatía, desánimo o desgana a la hora de hacer cosas, nos pueden ir dando pistas de baja autoestima.

¿Qué pueden hacer los padres?
Lo importante es que no pierdan de vista que lo importante es que sus hijos se sientan queridos, que vean que les quieren por lo que son y no por lo que hacen y de ese modo lo más probable es que no se pierda ese vínculo, sigan contando con ellos para sus problemas, para contarles sus cosas y puedan crecer con una autoestima relativamente sana.

El alto índice de suicidios entre los jóvenes que se está dando, ¿responde a algún patrón?
Sin datos objetivos, es cierto que desde la pandemia ha habido un crecimiento acuciante de suicidios. La parte principal es que la salud mental y pública es insuficiente y durante el aislamiento al que nos vimos sometidos, los jóvenes cortaron vías de comunicación en persona con gente importante para ellos y se vieron encerrados con su padres, que en algunos casos eran casi desconocidos, y más supervisados que antes. Desde ahí hay personas que sienten un vacío, apatía y desánimo que no se pasa, y que pueden llegar a valorar el suicidio como la mejor opción.

¿Qué se puede hacer?
Es un trabajo de prevención, de promover y cuidar la autoestima, y es un trabajo de educar desde las escuelas en lo que tenga que ver con la inteligencia emocional, en comprender que no hay emociones buenas ni malas, sino que todas tienen una función y eso es algo que hay que ir cambiando desde distintos ámbitos.

Comentarios