A sus 82 años, Nardo Martínez (Ove, 1939) guarda en sus talleres de Lieiro (San Cibrao) un puñado de coches y camiones clásicos que ha recuperado y también recuerdos de los que le acompañaron en su periplo mecánico. Comenzó en el muelle de Ribadeo, en el desaparecido taller de Jesús desde el que reparaban parejas de arrastre burelesas con los Huerta, Decano, Costa Vasca o Tierra Vasca. Entre avería y avería, solían cenar en el bar de Dosinda el mismo pescado del día y el primer vehículo que tuvo fue una camioneta Dodge que cargaba con las tuberías y piezas pero lo mismo servía para transportar el pescado hacia la rula, "ir ao mulido, á herba seca ou ás festas".
"Tróuxena –explica–, ao virme para San Cibrao e chamábanlle la furgoneta de mi papá". Ese apodo le cayó por una parrandera canción de entonces: Mi papaíto ha comprado una veloz camioneta/ que según dice ha costado cuatrocientas mil pesetas/tiene el motor muy potente de unos dos mil megatones/ para espantar a la gente con tremendas explosiones/Quita del medio que va a pasar la camioneta de mi papá... Terminaría en la chatarra, lamenta ahora, y recuerda lo sufrida que era o la facilidad de arranque "cun toque de pé nunha manivela".

Tras acudir a San Cibrao para completar trabajos en unas lanchas, comprobó que en el puerto no había servicio mecánico bastante y decidió, con Leonardo de Rinlo, montarse por su cuenta en un bajo de la casa de Ramón de Xan. Por desgracia, este compañero fallecería al poco tiempo con tan solo 22 años, víctima de la intoxicación de metílico, un envenenamiento masivo que mató al menos a 51 personas en España, sobre todo en Galicia y Canarias. Desde entonces, y con más máquinas y cancha, Talleres Martínez siguió de su mano, expandiéndose con las reparaciones de dumpers durante la construcción de Alúmina-Aluminio, una labor de día y de noche que llegó a ocupar a 16 empleados. Las camisas de 4 y 5 toneladas de los motores de los bauxiteros de la empresa Elcano que arribaban a Alúmina también pasaron por sus manos.
Reparaba aquellos Castillos que surcaban el mar, además de mil camiones, autobuses o barcos de pesca que durante mucho tiempo compartían motores como los Perkins.
En su singladura fueron apareciendo estos y otros motores como los De Dion Bouton, de Chavín, para mallas como las de la parroquia cervense de Rúa, además de los Land Rover y Suzuki que tenía en concesión. Pero también joyas como el Ford A recuperado de un pajar en A Espiñeira (Foz).
El Ford A sustituyó al mítico T. Sus robustos chasis y frenos de tambor con varillas siguen en marcha
"Viñera de Cuba –cuenta Martínez–, antes de que Fidel Castro se fixera coa illa. Compréillo a unha viúva e pedín pezas a Estados Unidos para restauralo. Creo que é do 1929 pero había de todo, ata os muelles máis pequeniños mos mandaron. Todo é lexítimo e a tapicería preparouna Rego de Viveiro pois tanto o vello como os fillos e sobriños traballan moi ben". ¿Cuántos sones, congas o salsa lo acompañaría a su paso desde que salió de Detroit?
No era el V8 pero tiene detalles como un amperímetro o el arranque con el pie. Con sus guardabarros en negro, cromados, ruedas de radios y carrocería de época, quedó tan bien que se lo pedían para fiestas, bodas y otros compromisos. Solo había que mantener alejadas las manos de los niños del estárter, so pena de quedar parado bruscamente en mitad de la comitiva.
No sería su último Ford. El sedán Y 8 HP en color negro de 1935 ya es un modelo más popular y adaptado a las dimensiones europeas. De hecho, era conocido como Forito, apelativo que heredaría el primer Ford Fiesta salido de Almusafes. Estaba en Fazouro y probablemente lo montó Motor Ibérica en Barcelona, aunque se fabricaron también en Reino Unido y Alemania. "Restaurouse chapa e mecánica e fora do taller de Valentín, morto en accidente vindo de Ferreira", dice Nardo.

Otro de sus vehículos históricos y que también pasa la ITV anualmente sin problemas es una Autocarreta OM italiana como las utilizadas por el ejército de Benito Mussolini en la invasión de Libia y Etiopía. Después llegaron durante la Guerra Civil al bando de Franco, sirviendo hasta que este en la posguerra recibió otros vehículos de la "ayuda americana". El propio Nardo condujo varios de estos cuando sirvió en Ceuta durante 18 meses como conductor de un batallón de caballería blindada "do que nada queda xa, excepto o cuartel pechado". La tracción y dirección a las cuatro del vehículo italiano, además de una estrechez ideal para sacar madera por los caminos de carro de entonces, hicieron que en las subastas tuvieran como principal destino el noroeste montañoso de la Península, donde acabaron por inspirar las carrocetas de A Pontenova.
Esta de Martínez es el resultado de canibalizar otras dos italianas. "Unha compreina en Galdo e outra en Muras –explica–, a primeira pertencera a un aserradoiro e a outra vina cando andábamos traballando pora Endesa, nas Pontes. Fóra dun home de Meira que acabou regalándome o faro como recordo cando eu lle cedín pezas dun Scania 400 CV que tiven con bañeira e plataforma".
En su taller sancibrense también tuvo una carroceta pontenovesa de Mafsa, que vendió para Rúa. Permanece el robusto camión Avia de fabricación española que tantos repuestos ha transportado mientras saluda en su visera con ese Feliz Viaje de parte de Martínez. "Deu moi bo resultado, comprárallo xa usado ao Rubio da Pontenova, eramos grandes amigos", dice sobre uno de los fundadores de la fábrica de carrocetas y propietario de desguaces y talleres después de otros negocios, fallecido hace tiempo. Y no falta, en perfecto orden de marcha, un Land Rover 109 de los que salían bien manufacturados de Linares. Tanta guerra han dado por lo militar como por lo civil, que aquí las pick up son de hace dos días.
Nardo tiene los Ford y antes tuvo moto, un Chrysler 150 o un Renault 25. Ahora, un Mercedes Clase C
El empresario y coleccionista ha utilizado otros diésel como el R-25 o el Chrysler 150. Ahora se mueve en un Mercedes Clase C, del que valora que "chegas, dáslle ao arranque e tes coche". Que era, y es, de lo que se trata.