Erentxun cabalga a lomos de su música en las San Roque de Viveiro

El artista de origen venezolano repasó sus grandes éxitos en la Praza Maior y solo en los bises se abrieron los paraguas
Mikel Erentxun durante el concierto. P.Y.
photo_camera Mikel Erentxun durante el concierto. P.Y.

Las miradas se disparaban al cielo suplicando tregua. Eran cerca de las once de la noche. Las nubes ya habían salpicado el suelo de la Praza Maior de Viveiro, pero firmaron un tratado de no agresión hasta el epílogo del concierto de Mikel Erentxun, que se despidió tras hora y media de su música de toda la vida con los paraguas abiertos. Un concierto aseado, correcto, construido por un arquitecto de carrera que advierte que quiere envejecer sobre el escenario.

La guitarra del donostiarra nacido en Caracas comenzó a cocinar un menú variado, mezclando lo moderno con lo tradicional bajo la atenta mirada de cientos de personas en un escenario mágico, una oda a la historia antigua, en pleno casco histórico de Viveiro.

La mayoría del público escuchaba expectante y silencioso a uno de los músicos más reconocibles del pop español en los últimos 30 años, primero con Duncan Dhu y más tarde en solitario. Solo los más fervientes seguidores, en las primeras filas y a escasos metros del músico, coreaban las canciones que se iban sucediendo, con la mirada vidriosa y el corazón exaltado y latiendo a cinco mil revoluciones.

Sus últimos éxitos, como Cicatrices, se alternaron con las canciones de toda la vida, como Esos ojos negros o Una calle de París, estas sí reconocibles para la mayoría de los asistentes. Sin apenas interactuar con el público, y dando tragos a una pequeña botella de agua, Erentxun, calzando una sonrisa en su boca, hizo un repaso por su carrera musical acompañado por la voz y la guitarra de Marina Iniesta, que dejó pinceladas de su calidad como vocalista. Karlos Arancegui a la batería, Mikel Azpiroz en los teclados, Fernando Neira en el bajo y Rubén Caballero a la guitarra fueron los otros caballeros que acompañaron al rey Erentxun.

El momento de mayor éxtasis, con las guitarras atronando sobre las paredes milenarias de la Praza Maior, fue con Cartas de amor, donde un amante desdibujado por un rechazo busca un hechicero en el África central que le enseñe a olvidar. Entonces sí, los aplausos y los coros de la turba tomaron posesión jurando recordar este momento mágico, grabado y fotografiado por los teléfonos móviles, hoy un apéndice más de nuestro cuerpo en casi cualquier situación.

DESPEDIDA. Los paraguas se encendieron para escuchar los bises y observar como Erentxun y su banda cerraban el concierto, ya sin chaqueta, ya sin sombrero, con "En algún lugar de un gran país", un himno reconocible, la piel del propio donostiarra, que a sus 57 años mostró vitalidad juvenil sobre el escenario y que amaga con poner una tienda de campaña durante una década más sobre los escenarios de toda España.

La muchedumbre se dispersó rápidamente desde la Praza Maior por sus diversos tentáculos aunque algunos buscaron con una mirada curiosa en el pequeño backstage del escenario la figura del donostiarra, que desapareció sin dejar rastro con su peculiar sombrero sobre la cabeza. Pero antes, los seis componentes doblaron el espinazo para agradecer la valentía a los irreductibles que desafiaron a ese componente que está incrustado en el lienzo que describe A Mariña y que no es otro que la fina lluvia que nos pertenece y que hace acto de presencia aunque no se la espere. Todo por escuchar la mítica Cien gaviotas y su letra: "El cielo es gris y tú no lo podrás cambiar..."

Los vivarienses subieron de romería al monte San Roque

Romería de San Roque en Viveiro. EP
Romería de San Roque en Viveiro. EP

Los vivarienses celebraron el martes la romería de su copatrono San Roque, con misa en la ermita, procesión y la actuación del grupo de Bágoas da Terra. Como es tradicional, y pese al tiempo desapacible, grupos de familias y amigos subieron a pie al monte, donde después disfrutaron de desayunos.

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