Diana Durán vive la crisis velando por los internos de la residencia de San Cibrao

Diana Durán, directora del CDR San Cibrao, en el centro. AMA
photo_camera Diana Durán, directora del CDR San Cibrao, en el centro. AMA

Diana Durán se enfrenta al mayor reto de su carrera profesional, que no es otro que lograr “cero positivos” en la residencia de San Cibrao, a la que se incorporó como directora el pasado 1 de febrero, mes y medio antes de que estallara la crisis sanitaria. “Fe y mantener la calma” son sus recetas para sobrellevar la actual situación, de la que no duda que “los verdaderos héroes son nuestros mayores”.

“A algunos les cuesta entender lo qué está pasando y les faltan las familias, que solían venir a menudo y entiendo que es una angustia para todos”, cuenta Durán, quien trata de suplir las visitas con colgar actividades de los mayores en el Facebook para que sus allegados puedan verlos, pero también hacen videoconferencias.

“Tenemos una residente de cien años que cuando ve a su hijo en la pantalla quiere abrazarle y darle besos”, explica, para animar a las familias a que manden escritos y vídeos para poder mostrárselos como ya hacen con muchas de las cosas que reciben, entre ellas cartas de la pequeña África, de ocho años, que les escribe desde Vilalba y ha prometido hacerles una visita durante el verano. Cuidar de los mayores es también entretenerles, por eso agradecen iniciativas como los vídeos que les manda un aficionado al acordeón con esos temas que los mayores recuerdan y disfrutan.

Son 53 los internos que viven en la residencia, aunque cuentan con una plaza más que quedó vacante antes de la crisis y que en estas fechas no se ha podido cubrir, a los que se suman una treintena de trabajadoras (todas mujeres, menos un hombre).

“Tratamos de anticiparnos y cuando la Xunta recomendaba reducir el número de visitas nosotros las limitamos a quince minutos"

A todas ellas, Durán se encargó de conocer personalmente durante su primer mes al frente del centro, así como a las familias de todos los usuarios, “y lo que entonces me pareció una locura ahora lo veo como una bendición, porque ha supuesto una ventaja”, explica la trabajadora social, que es además especialista en gestión de servicios sociales y dependencia.

ANTICIPACIÓN. “Nos enfrentamos a algo que es invisible y asintomático”, dice en referencia al coronavirus, una lucha contra la que sabe que “no podemos bajar la guardia” y aunque es consciente de que “tenemos que estar preparados para que salte un positivo” suma al factor suerte todos los medios que están poniendo en marcha, no ya ahora, sino antes de que todo estallara, donde puede estar la clave de los cero contagios.

“Tratamos de anticiparnos y cuando la Xunta recomendaba reducir el número de visitas nosotros las limitamos a quince minutos, solo una persona por residente y solo dos en sitios separados y los familiares que se molestaron en un principio por ser de los pocos que limitábamos las visitas, a día de hoy nos dan las gracias”, afirma, recordando que también cerraron antes el centro de día.

A los exhaustivos controles de todo el personal, a la entrada y salida de cada turno, y la aplicación severa de diversos protocolos suman la desinfección del exterior, y diaria, que hacen desde el GES de Cervo. “Tengo que decir que tanto el alcalde, Alfonso Villares, como la concejala de servicios sociales, Pilar Armada, se mostraron siempre colaboradores y nos suministraron los primeros Epis cuando había escasez”, asevera en relación al Concello de Cervo, que es el propietario de las instalaciones cuya gestión lleva Mensajeros de la Paz Edad Dorada, a cuyos responsables también agradece la confianza depositada en ella.

Tampoco se olvida de la plantilla, “que estos días está dando el 150% y en todo lo que les pido me echan una mano, con lo que estoy encantada y hace solo dos meses que estoy con ellas”, reconoce la directora, que vive “jornadas laborales largas y agotadoras, pero un día más es un día menos”.

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