Ben entra en la historia del atletismo español con su sexto puesto en Doha

El mariñano se convierte en el atleta nacional que mejor resultado consigue en una final mundial de 800 metros. Como en las semifinales, marchó en la cola a su ritmo hasta que explotó su punta de velocidad en la recta decisiva
Adrián Ben, tras la final de 800 metros en Doha. LAVANDEIRA JR. (EFE)
photo_camera Adrián Ben, tras la final de 800 metros en Doha. LAVANDEIRA JR. (EFE)

Hace un par de años, Adrián Ben fue invitado a correr un meeting en Pontevedra fuera de temporada. Se equivocó de horario y llegó tarde, como Perico Delgado en aquella contrarreloj en Luxemburgo (cosa de genios, parece). Era la estrella del evento y esperaron por él, que compitió sin calentar. Era una carrera de 500 metros e hizo 1.02 minutos, la octava mejor marca española de todos los tiempos. Con 19 años. Una salvajada.

El mariñano prosiguió con su carrera enfocada al 1.500, pero esta temporada sufrió un revés importante al quedar fuera en las series del Europeo sub-23. También pinchó en el Europeo indoor, así que bajó un peldaño y probó en el 800, donde a las primeras de cambio logró la mínima para el Mundial de Doha.

Se abrió entonces un debate. ¿Es un atleta de 1.500 o de 800? Opiniones hay muchas, pero hechos solo uno, el que el propio Adrián Ben acaba de protagonizar en Doha. El mariñano concluyó este lunes en la sexta posición la final de 800 metros del campeonato del mundo (1.45.58), la mejor actuación de un atleta español en dicha distancia en unos campeonatos del mundo.

Nada más acabar la carrera le preguntaron si tenía pensado volver al 1.500. "Mira", contestó Adrián Ben. "Si quieres te doy el teléfono de mi entrenador (Arturo Martín). Yo haré lo que diga él", aseguró. Parece que el hombre que dirige su carrera profesional lo ve más en el 800. Tal vez sepa lo que sucedió hace dos años en Pontevedra. Aquel 500 dio pistas del tipo que atleta que es Adrián Ben.

Doha asistió al nacimiento de una estrella. De un deportista con estrella. Pocos daban un duro por él. Como mucho que se metiera en semifinales si sonaba la flauta. Pero él confiaba en sus opciones. Nunca se había sentido mejor en su vida, aseguraba cuando le preguntaban. Llegó su turno el sábado en la segunda serie. Arrancó como un cohete, parecía que lo hacía más que nada para que se le viera en televisión, para que el mundo supiera dónde está Viveiro. Pero no era un farol. Aguantó y se plantó en semifinales. ¿Fin de la aventura? No.

Para meterse en la final, Adrián Ben cambió de estrategia. Corrió como lo hacen los grandes, con la cabeza fría, a su ritmo, confiando en su final para adelantar rivales en la recta final. Y así fue. Acabó cuarto y entró en la final. Solo un español lo había conseguido antes, Tomás de Teresa, en Tokio 91.

Y llegó el gran día. Con su querido Viveiro siguiendo la carrera en la Praza Maior, Adrián Ben superó su propio listón. Corrió como en semifinales, con tranquilidad, en la cola, esperando para exprimir su gran final en la recta decisiva. Esta vez parecía que no sería suficiente para evitar la octava plaza. No pasaba nada. Estar ahí ya era histórico. Pero no, este chaval no sabe pasar desapercibido. Está tocado por una varita mágica. Apretó los dientes en la recta final y entró en la sexta posición. La mejor actuación de un atleta español en una final mundial u olímpica de 800 metros.

Las cámaras enfocaban al estadounidense Donovan Brazier (ganador con un estratosférico 1.42.34), al bosnio Amel Tuka (segundo con 1.43.47) y al keniano Ferguson Rotich (bronce con 1.43.82), mientras Viveiro, Lugo y cualquiera que ame el atletismo festejaban la gesta de Adrián Ben.

Solo él y su entrenador saben si su futuro está en el 800 o el 1.500, pero ahora mismo eso es lo de menos. Con semejante presente cualquier decisión que tomen parece que será acertada, pero todo apunta a que en su decisión pesará mucho lo sucedido en Doha. Y en Pontevedra.

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