Ana López Oca llegó con su marido a Burela cuando ella tenía solo 22 años y él, 24. Venían de Trasbar y reconoce que lo que les gustaba, sobre todo a él, era trabajar la tierra. De eso hace 63 años. Eran tiempos durísimos en Burela. Compraron un pedazo de terreno y se movían por allí, hasta que un día su marido le comentó que andaba por la zona un viajante de zapatos y le planteó la opción de comprárselos y montar una tienda de calzado. Así es como echó a andar Calzados Tomás y allí sigue. Ahora el negocio está en manos de su hija y se maneja ya con otras claves como una página web pero, dice, sin renunciar a la esencia de calidad con la que en su momento lo pusieron en marcha.
Lo hicieron cuando todo estaba empezando, de tal forma que a su marido le apodaron O dependiente "porque non había outro en todo Burela, así que só el era o dependente". Dueña de una excelente memoria, Ana recuerda "perfectamente o primeiro cliente que entrou pola porta. Vendinlle uns zapatos de Tafalla a 199 pesetas. Entón non había zapataría ningunha, só un zapateiro que os amañaba e tiña pares soltos, pero nada máis".
Cuenta que al margen de los cambios que fue viviendo su negocio, vivió también las enormes transformaciones que experimentó Burela: "Como sería que, cando compramos isto, desde aquí vía o mar, e agora non se ve nada de nada", explica desde su tienda en la Rúa do Correo, justo junto a la estación de autobuses y trenes de la localidad.
Ao primeiro cliente vendinlle uns zapatos de Tafalla a 199 pesetas. Entón non había zapataría ningunha
Pero eso cambió rápidamente en un momento dado: "Houbo un momento entre finais dos anos 70 e principios dos 80 que, mirando Burela, non se vían máis que grúas. Estabase a construír Burela enteira naqueles anos. Chegaba xente a feixes e, claro, o negocio medrou unha barbaridade naquel tempo. Foron anos moi bos e agora xa non é así, pero hai que vivir cada momento que che toca e este é así".
En su caso, lo cierto es que Calzados Tomás fue yendo a más. Tiene una clientela tan fiel como sus propios empleados, "cos que nunca discutín e nunca marcharon, por algo será. Eu non creo que haxa que discutir con eles", aunque si se le pregunta, sí admite que "tiven ollo para escollelos, pero tamén é certo que se viñeron ofrecer".
Estos días que hay fiestas en Burela, recuerda Ana "cando se vendía e che pagaban de costeira en costeira, que é cando a xente cobraba e eles podían vir pagar. Fomos amañando así e foinos ben, pero traballamos moitísimo, todos os días. Porque hai que estar, e eu estiven sempre".
Mientras tanto, ella sigue apoyando a asociaciones como la de ayuda a enfermos mentales A Mariña, de la que alaba la labor que hacen, y se la ve contenta de que el negocio siga adelante contra viento y marea.