El adiós de un agente ejemplar

El ribadense José María Sanjurjo se jubiló tras más de 40 años en la Policía. En el País Vasco y en Asturias, donde estuvo destinado, siempre dejó huella. Su último puesto fue en Oviedo
Chema Sanjurjo, junto a la catedral de Oviedo. EP
photo_camera Chema Sanjurjo, junto a la catedral de Oviedo. EP

José María Sanjurjo, Chema, fue este miércoles por última vez a la Comisaría de Policía Nacional de Oviedo en donde estaba destinado. Lo hizo para entregar la placa y su arma reglamentaria poniendo así punto y final a más de cuarenta años en dicho cuerpo de seguridad. Cumplió 65 años y se jubiló en el mismo día. Admite que se le hizo "muy complicado. Fue un momento muy desagradable y lo pasé mal. Es una vida entera dedicado a esto".

Ese "esto" del que habla admite que es algo que además de su profesión era su devoción, siempre implicado personalmente. Y eso pese a que le tocaron años complicadísimos. Recuerda por ejemplo los "años de plomo" en Éibar, "donde éramos cuatro gatos y nos mataron a dos compañeros, algo que me tocó muy de cerca y hasta me hizo abandonar, pero en cuanto llegué a Oviedo, en cuatro meses ya estaba opositando otra vez. Y hasta hoy".

Pero luego le tocó también en Asturias la época de la reconversión industrial con su tremendo impacto. "Eso me lo tragué todo: el sector naval, la minería... Todo. Y tenía que ir allí como antidisturbios sabiendo que, claro, a esa gente iban a cerrarles las fábricas, como así fue". También habla de los cambios en el barrio gijonés de La Calzada: "Era impresionante, un barrio muy social y ahora todo aquello quedó diluido. Hay un thalasso, un gran centro comercial, una playa artificial, un acuario. Voy y miro todo aquello y pienso que es increíble que sea el mismo sitio".

Por si fuera poco, eran los años en los que la heroína pegaba fortísimo "y no había información ni había nada. Yo llegué a llevar a los chavales a la puerta de Proyecto Hombre, pero al poco los volvías a ver en la calle. Eran incapaces de dejarlo. Muy pocos quedan y alguno que aún vive me pregunta si aún sigo por ahí. Pues hasta hoy (por este miércoles) sí. Luego ya no".

COSAS BUENAS.  Pero al margen de todos esos sinsabores que él reconoce que vivía con gran intensidad "porque yo siempre fui de estar a pie de calle, en primera línea y tratando con la gente", también le tocaron eventos como el Mundial de Fútbol de España, los Juegos Olímpicos de Barcelona "o la conferencia de paz con Helmuth Köhl, Margaret Thatcher... Impresionaba ver toda esa gente".

En el viejo Oviedo llegó a encontrarse a menudo con el filósofo Gustavo Bueno, con el que trabó relación de vecindad gracias a cuerpos de proximidad que ahora ya no existen "y, de hecho, creo que yo soy el último que quedaba sin jubilarse de toda aquella gente que los integraba", siempre ayudando "incluso a que la gente fuera a los comedores sociales, porque nadie tiene que estar sin una comida caliente o un sitio donde dormir". Y siempre con cariño y haciendo gala del lema que presidió su trabajo de cuatro décadas, "educar antes que reprimir".

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