Paula Melograno, emprendedora argentina: "Me fascina ver la ilusión en la cara de los niños cuando ven la tarta"
Buscando una vida mejor que la que tenían en Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires, en Argentina, Paula Melograno y Pablo Ezequiel Echeverría llegaron a tierras chairegas después de un periodo en Sevilla, donde el calor los asfixió. En Castro de Rei se convirtieron rápidamente en caras conocidas tras animarse a reabrir las puertas del bar Azúmara a principios de 2024. Y allí continúan tras la barra, añadiendo nuevas tareas.
Pablo está tratando de hacerse un hueco en la construcción, mientras que Paula compagina su trabajo en el bar con su faceta de madre de dos niñas de casi dos y cuatro años, a la que ha sumado su versión pastelera, que nació de manera espontánea.
"En abril de 2024 celebramos el cumple de la niña con una fiesta e hice una tarta. En mi familia siempre fui la encargada de hacerlas. Gustó mucho y la gente me empezó a preguntar", cuenta Paula, que ya elaboraba bocados dulces —alfajores, medias lunas...— para el bar, y que poco a poco se acabó enganchando a la repostería.
Unas 300 unidades
"Desde entonces ya he hecho unas 300, aunque en realidad perdí la cuenta", dice con una amplia sonrisa, reconociendo que "hoy es muy fácil ser autodidacta" entre mangas y lenguas.
"Buscas algo de información en las redes y abruma", añade, una pastelera que consigue hacer suyas, gracias a su toque personal, las recetas de otros. "La mousse de Nutella con trozos de Ferrero Rocher es una de las que más éxito tienen", dice Paula, que fue mejorando su técnica.
"Sentía que tenía una misión, hacer comestible todas la figuras del pastel y que el volumen impactase", añade, reconociendo que con algunos trabajos se pasa "mil horas" y otros son más fáciles.
Lo mejor de todo: "las caras". "Me encanta, me fascina ver la ilusión y felicidad en la cara de los niños cuando ven la tarta", dice la emprendedora argentina, que siempre busca el feedback de sus clientes con el objetivo de mejorar.
Una puerta entreabierta
Y es que reconoce que es "muy perfeccionista". "Los fines de semana me levanto entre las cuatro y las cinco de la mañana. Las niñas y mi marido quedan arriba y yo abajo en la soledad. No pongo ni música, me concentro, es una rato para mí sola que disfruto mucho", dice, sin cerrar la puerta a abrir a su propia pastelería.
"Por conciliación ahora mismo es inviable, pero la dejo entreabierta", afirma con ilusión, buceando entre fotos de sus creaciones, que cuelga en las redes. "El boca a boca es donde me llegan más clientes, pero las redes también funcionan", asegura, orgullosa de haber roto con los prejuicios.
"La pastelería argentina es de lo mejor, y me gusta cuando la gente se sorprende al probar. No todo es dulce de leche", dice y ríe, con ganas de seguir endulzando la vida a muchos gallegos más.