No hay barreras para soñar

La joven pontesa Zoe Díaz Castro es la encargada de un pequeño taller mecánico en Alemania, donde trabaja desde hace cinco años. Hasta llegar aquí tuvo que sortear diferentes obstáculos por su elección laboral y solo por el hecho de ser mujer

Zoe Díaz Castro
photo_camera Zoe Díaz Castro

Hay gente que todavía defiende que hay trabajos para hombres y para mujeres. Que la capacitación no es la misma para desarrollar según qué labor. Pensamientos que cada vez rechinan más, en una época en la que el feminismo saca músculo sin complejos para alcanzar la igualdad.

Pero la realidad es que esa concepción está mucho más extendida de lo que debería. Entonces, aparecen jóvenes que demuestran que querer es poder. Que no hay límites si la meta es que "cada uno luche por lo que le haga feliz, sin importar lo que digan los demás".

Así de contundente se muestra la pontesa Zoe Díaz Castro, que a sus 28 años ha logrado hacerse un hueco en el mundo de la mecánica. No aquí, donde todavía sería una extraterrestre en un taller, sino en Alemania.

Llegó al país germano hace seis años, después de estudiar el ciclo medio de Electromecánica de Vehículos en el IES Castro da Uz de As Pontes, y el superior de Automoción, en el IES As Mariñas de Betanzos.

Zoe Díaz con su compañeros del taller. EP

"Decidí venirme porque en el ciclo superior, donde me trataron muy bien, nos dieron la oportunidad de hacer prácticas en el extranjero, y a mí me apetecía vivir una nueva experiencia", explica la joven, que hasta entonces nunca había salido de España.

Para llegar a donde está tuvo que sortear obstáculos, comentarios y malas caras sobre todo en su etapa formativa en el centro pontés, que no habrían existido de elegir otra opción laboral. "Me llegaron a preguntar el primer día si me había equivocado de clase, diciéndome que las mujeres estábamos para fregar y no para apretar tornillos", cuenta, recordando que si no fuera por su familia posiblemente habría tirado la toalla.

"Mi madre me dijo: 'No te rindas, hazles ver lo que vales y lo lejos que vas a llegar'", recuerda, y no se rindió. Y además está cumpliendo su sueño.

Trabaja en un taller multimarca en Borgloh, en la ciudad de Osnabrück. "Es el As Pontes alemán", dice entre risas, explicando que se trata de un pueblo donde todos se conocen.

Lleva cinco años en el mismo puesto de trabajo y desde hace dos es la encargada del taller. A su cargo tiene a tres personas. Son hombres. "Organizo el trabajo de cada uno. Reviso los coches uno a uno en el elevador, busco y encargo las piezas e informo al cliente del precio", va enumerando Zoe, recordando que a dos de sus compañeros les costó asumirlo.

Durante su etapa formativa en As Pontes tuvo que aguantar todo tipo de comentarios negativos, pero gracias a su familia no tiró la toalla

"Poco a poco lo fueron aceptando, vieron que las cosas iban bien, y se dieron cuenta de que me merecía el puesto", dice la joven pontesa, confirmando que para muchos sigue siendo "una sorpresa" ver a una mujer en un taller.

"La gente se alegra mucho, se interesan por saber tu historia y se asombran de que alguien como yo, que mido 1,59 y peso 55 kilos, sea capaz de hacer un trabajo tan pesado", cuenta Zoe, quien cree que no se valora igual su trabajo en Alemania que en España.

"Aquí nunca tuve que escuchar un comentario fuera de lugar y en el taller donde hice las prácticas en As Pontes, sí. Del tipo: 'Esa mujer no toca mi coche'. Triste, pero cierto", critica la pontesa, que aunque le gustaría volver y reconoce que siente "morriña", es consciente de que "el puesto de trabajo y el nivel de vida que tengo ahora mismo aquí, es bastante difícil de igualar".

 

 

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