Ignacio Novo Veleiro nació hace 40 años en Vilalba, donde se crio hasta que se fue a estudiar Medicina a Santiago, donde trabaja en el hospital Clínico. Además, es secretario del grupo de trabajo sobre alcohol y otras drogas en la Sociedad Española de Medicina Interna e imparte clases como profesor asociado en la USC.
Lleva once años trabajando en Santiago. ¿Cómo llegó allí?
Por casualidad. Tras hacer la residencia en Salamanca regresé a Galicia. Entonces, surgió la opción de un contrato de refuerzo, y aquí sigo.
¿Cuándo decidió que quería dedicarse a la medicina?
Siempre quise ser médico, desde muy pequeño. No tengo otro recuerdo. Mi madre y mi tío también lo son, eso influyó.
¿Cree que debe existir vocación para ser internista?
Creo que sí. Uno tiene que tener claro que su trabajo va más allá de recetar pastillas. Son los gestos, las palabras, el contacto con la gente... Si no estás convencido de eso, lo vas a hacer mal. Sin vocación es difícil mantener el espíritu todos los días del año. Te tiene que gustar la gente, ser empático y saber comunicar, no solo con palabras.
Le tocó vivir los momentos duros de la pandemia fuera de su zona de confort, lejos del hospital.
Sí. Recuerdo que en la tercera semana de pandemia me llamaron para ser gestor asistencial en la residencia Porta do Camiño. Fue muy intenso e hicimos lo mejor que pudimos. Fue la cosa más estresante de mi vida, pero conté con mucha gente que aportó para que las cosas saliesen bien.
Después estuvo en el Cegadi, de octubre de 2020 a enero de 2021.
Fue cuando más trabajamos, pero estábamos más preparados y el lugar estaba mejor adaptado. Tratamos a personas infectadas de toda Galicia.
Los sanitarios fueron héroes.
No lo veo como ninguna heroicidad, al fin y al cabo hicimos nuestro trabajo. Nuestra forma de trabajar cambió y aprendimos muchas cosas. Hubo más estrés, pero la situación lo requería.
¿Qué considera que es lo mejor y lo peor de su profesión?
Ahora mismo estoy trabajando con paliativos y, lamentablemente, muchas personas se mueren. Lo mejor es que, a pesar de esto, puedes hacer algo bueno por las personas, tienes la oportunidad de mejorar sus vidas. Me encanta mi trabajo. Diría que lo peor es llevarlo a casa, cuando te despiertas en mitad de la noche pensando en un paciente. A mí las canas me salieron por esto (ríe).
Ha sido muy crítico con la estructura de la carrera de Medicina.
Cambiaría todo. Cogería el programa, que es el mismo que cuando empecé en el 2000, y lo tiraría a la basura. Sobran clases magistrales y teoría, falta sacar a los alumnos de la facultad. Cuando acaban la carrera, no saben de medicina. Cuando llegas al hospital estás perdido, te tiemblan las piernas. Es un gran problema, debería haber una progresión más paulatina.
Además de su oficio, ¿qué le gusta a Ignacio Novo?
Tengo poco tiempo por mi profesión y mis dos hijas (ríe). Siempre me gustó el baloncesto, jugué y entrené. Ahora soy abonado del Obradoiro y es una de mis mayores aficiones.
¿Echa de menos Vilalba?
Más que a Vilalba, mi época como adolescente ahí. No voy mucho, pero cuando lo hago me junto con mis amigos de toda la vida, recordando batallitas y yendo a los mismos sitios.