El fenómeno okupa llega a la decadente estación de autobuses de Vilalba

Los viajeros hace años que no usan el edificio principal, un inmueble en pésimas condiciones, sucio y descuidado, que se ha convertido en refugio de transeúntes y sintecho por las noches

photo_camera Una habitación en una sala abandonada de la estación de autobuses de Vilalba. C.ARIAS

En Vilalba nunca hay viajeros en el edificio principal de la estación de autobuses. Es un desierto, siempre. Las oficinas están cerradas, igual que el bar, que echó el candado hace años. No hay nadie a quién preguntar un horario y un papel carcomido por el paso del tiempo y grapado a una persiana azul cerrada anuncia desde detrás del cristal: los billetes se despachan en el autocar. El resto es silencio.

                               Hace años que los pasajeros no entran, aunque las puertas siempre están abiertas. Suben y bajan de los autobuses que llegan a diario, aunque cada vez menos, como se quejan algunos, accediendo por la misma puerta que los vehículos, directamente a la dársena, en la que se acumula la basura. Por la noche, cuando está cerrada, los autobuses recogen a los pasajeros en la calle Lois Peña Novo, al lado del bar Katay, que vende billetes.

El edificio de la terminal es un lugar en decadencia, sucio y descuidado. Un territorio sin ley que se ha convertido en los últimos tiempos en refugio de transeúntes y sintecho por las noches.

Hay electricidad, algunas de las lámparas que resisten todavía se encienden al notar el paso cerca, pero el inmueble está en pésimas condiciones. De las paredes cuelgan carteles que publicitan negocios de otra época y los baños hace mucho tiempo que no se limpian, el olor confirma a la vista. En otro local sorprende una inesperada habitación habilitada en el interior: dos colchones, una mesa con dos sillas, una alfombra y un pequeño televisor confirman vida.

Las instalaciones, que son titularidad de la Xunta, se inauguraron en el San Ramón del año 1991. Arriva tiene la concesión

Los vecinos y los viajeros critican la desidia de las administraciones y exigen que se tomen medidas. "Es lo primero que ve alguien que llega a Vilalba en autobús y la imagen es deplorable", dice una mujer mientras espera el autobús y hace fotos con su móvil. "Se las iba a mandar a mis amigos, que vean cómo está", añade.

                               La estación de autobuses de Vilalba, que fue inaugurada en el San Ramón de 1991 por el propio Manuel Fraga, es titularidad de la Xunta, y la empresa Arriva tiene la concesión para su gestión.

Desde la Administración autonómica reconocen "tener constancia" del estado de la estación y aseguran que hubo conversaciones con el anterior alcalde. "Estaban mirando alternativas", dicen, mientras recuerdan algunas pequeñas actuaciones de pintura, limpieza de la fachada, accesibilidad, reforma de los aseos y colocación de paneles de señalización en 2013 y 2015, las últimas.

"Nunca tuvo mucho movimiento", recuerda un pequeño empresario que tuvo alquilada una oficina hace más de diez años. "Ya no se daban billetes dentro y por allí no pasaba nadie", recuerda. El bar aún estaba abierto y un autónomo tenía una empresa de pizarras, aunque tampoco iba mucho.

"Leva moito tempo así", dicen los vecinos, que aseguran que ya hubo varios transeúntes durmiendo dentro de las instalaciones, y las opiniones se dividen entre los que critican que se permita y los que lo normalizan. "Onde van durmir? Mellor aí que non se mollan", dice una mujer mayor, mientras muchas voces repiten los mismos adjetivos. La estación es "un desastre", "lamentable", "un estercolero" o "una vergüenza". "Había que investir e amañala e se non pechala, pero hai que facer algo", concluye otro.

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