Cuidar a las que cuidan en As Pontes

El Concello pontés organiza desde hace cinco años cursos para mujeres que tienen a personas dependientes a cargo y la iniciativa es un éxito 
cuidadoras
photo_camera Algunas de las cuidadoras, junto a la profesora. C.Arias

Actualmente son 16. Algunas repiten, otras acaban de incorporarse. Pero tras cinco ediciones del curso que organiza el área de Benestar Social del Concello de As Pontes para cuidar a las mujeres que cuidan, han hecho piña, demostrando que la unión hace la fuerza y que las redes de apoyo son piezas clave para la salud mental de cualquiera. 

"La mayoría nos conocíamos de vista, es un pueblo, pero no teníamos la confianza que tenemos ahora ni nos conocíamos así en profundidad", dicen, después de finalizar una nueva sesión con un baile liberador al que me invitan. "Hay que contagiarse", dicen unas mujeres valientes que ya se consideran "familia", que se toman cafés fuera del aula, que comparten grupo de WhatsApp y que se guardan como contactos importantes en el móvil, de esos que uno marca cuando tiene un problema, necesita ayuda o tan solo quiere hablar. 

"Es maravilloso lo que formó este grupo. Es una red que nos salva"

"Es maravilloso lo que formó este grupo. Es una red que nos salva", dicen. Y, como en el baile, fluyen cuando se sientan a hablar, y se abren en canal. 

Desechan palabras como soledad, culpabilidad, miedo o tristeza, que antes llevaban tatuadas con tinta invisible, y dicen en voz alta las que se repiten ahora a menudo: libertad, aprendizaje, apoyo, ilusión, autoestima... 

"Somos personas totalmente distintas, con recursos totalmente distintos, con pacientes a cargo totalmente distintos y esa miscelánea es lo que nos une", explican. Tienen entre 45 y 60 años, aunque la mayoría rondan los 70, y de ellas, de todas, depende alguien casi a tiempo completo: unos padres mayores, un hijo o un marido enfermo... o necesitaban superar un duelo. También hay excuidadoras. 

"Nos entendemos. Todas estamos cuidando a nuestros seres queridos, pero eso absorbe", dicen. "Nos escuchamos, pero de verdad. Se aprende mucho de gente que pasó por lo mismo o por otras situaciones más difíciles, que te hacen relativizar, poner los pies en la tierra, porque hay situaciones muy complicadas en la vida", apuntan. 

"Compartimos. Es fundamental sentir empatía y compartir", repiten como una de las claves, y señalan otra fundamental para sobrellevar el día a día: "Aprendemos a cuidarnos nosotras, porque si nosotras no estamos bien no podemos cuidar a nadie". 

Todas están de acuerdo en que cuidar a un dependiente requiere de mucha exigencia. "Es un trabajo de día y de noche, exclusivo", dicen. Y "aísla". Por eso, iniciativas como esta crean un espacio para interrelacionarse que las ayuda. "Yo me voy nueva" o "yo aquí me olvido de todo y no pienso" son el ejemplo de que funciona. 

Sus testimonios hablan por ellas. "Para mí es aprendizaje, bienestar y relajación, estar fuera". "Para mí es aprender para estar mejor, es convivencia y autoconocimiento". "Para mí es libertad, conectar con la gente, que lo necesitaba, superarme, mejorar mi autoestima". "Para mí es aprender y ver que el mundo hay muchas formas de verlo, que todos tenemos problemas". "Si, a min axúdame a aprender porque ves moitas perspectivas". "Yo estaba bastante agobiada y me ayudaron a sentirme mejor. Es estar entre amigas, poder hablar de todo y estar más alegre". 

El trabajo de las cuidadoras no profesionales es una labor invisibilizada gran parte de las veces, arraigada en una sociedad que avanza despacio. Por eso, reclaman "más recursos y más ayudas", a nivel económico, pero también psicológico y de recursos, con más plazas de residencias, más centros de día o más horas de ayuda a domicilio. 

"Tuvimos que aprender a delegar y a pedir ayuda. Ir al café para ellas era un sentimiento de culpa. Es algo muy arraigado, sentir que todo es tu obligación o querer hacerlo tú porque lo haces a tu manera, al milímetro... Hay que desmontar esquemas, recuperar ilusiones. Y ahora van tan contentas. Ya no se sienten culpables", explica la socióloga y coach Verónica Mosquera, que se ha convertido en una más en este grupo de risas, lloros, muchas emociones y, sobre todo, apoyo. Ella también es de las que llama cuando ve que alguna está más triste esa semana. 

En las sesiones, de dos horas cada jueves, hablan y realizan diversas actividades. El año pasado se centraron en el teatro, y representaron una obra a final de curso. Este, combinan la danza con la literatura para liberar endorfinas y trabajar a la vez la memoria. No habrá baile de fin de curso. "No, no. Esta vez queda aquí", dicen entre risas, mientras destacan la importancia de la "empatía" de la docente. "Su manera de transmitir es especial", destacan. Y se van juntas a compartir otro café.  

Comentarios