Hace dos décadas abría sus puertas de par en par con la ilusión por bandera, y poco más de una treintena de alumnos, la Escola Infantil Municipal A Barosa de As Pontes, un centro que celebra ahora veinte años de vida y enseñanza en constante crecimiento.
Por sus aulas, ubicadas en un inmueble en el Poboado das Veigas que en otros tiempos albergó una residencia para empleados de Calvo Sotelo y después de Endesa y hasta un centro de salud, han pasado ya más de un millar de ponteses, que han podido iniciar su primera etapa educativa acompañados siempre de cerca por Chelo Pernas, Vicky Pena e Ita Roca, las socias de la empresa Vienco Galicia —antes Buxaina— que gestiona la escuela infantil desde sus inicios.
"Empezamos sendo catro socias. O primeiro curso tamén había unha cociñeira e unha educadora", relatan, haciendo un viaje en el tiempo a través de la memoria, recordando que de las 41 plazas repartidas en tres unidades de aquel primer curso que empezó a mediados de enero "non se cubriron todas".
"Bebés non había e para o comedor só tiñamos cinco nenos, os pais non se atrevían moito co tema da comida", aseguran, conscientes de que la novedad y lo desconocido siempre "costa un pouco máis".
Pero los recuerdos de aquellos tiempos que se agolpan en su mente "son todos entrañables", aseguran con una sonrisa oculta ahora tras la mascarilla. "Ao principio como eramos pouquiños había máis colaboración e implicación. Eramos como unha segunda familia", reconocen, analizando la evolución en cifras de la escuela, que fue objeto de hasta tres ampliaciones a lo largo de estos años.
En el primer curso, que empezó a mediados de enero, ofertaron 41 plazas repartidas en tres unidades y no se cubrieron todas
Eso permitió que de la treintena de alumnos de aquel primer curso pasaran en las mejores épocas a rondar "os 130". "Agora estamos sobre os 90, baixou moito polo tema do covid", confirman unas docentes que cuentan en plantilla con otras 16 personas más para atender a los menores de cero a tres años que acuden a A Barosa, un centro que abre sus puertas de septiembre a julio —en agosto ofrecen "obradorios de verán só en horario de mañá e con prazas limitadas"—.
A lo largo de estas dos décadas han podido compartir todo tipo de momentos y experiencias con varias generaciones de ponteses. "Fixemos saídas, excursións, organizamos graduacións, participamos en intercambios con outras escolas, en concurso de contos, e promovimos moitas actividades polo Nadal, Entroido e ata celebramos os Maios", enumeran Vicky, Chelo e Ita, recordando que la creación de la asociación de padres y madres, que ellas mismas impulsaron en los primeros cursos, también fue fundamental. "Sempre houbo moi boa colaboración", confirman.
En el repaso mental a lo largo de la historia de la escuela reconocen que este último curso ha sido de los más complicados. "Tivemos que cumprir cun protocolo que era case imposible e o tema das mascarillas réstanos moito. É unha etapa na que os nenos precisan moito contacto e afectividade e na que hai que ter moito coidado coas emocións", aseguran las docentes, que intentan sortear los obstáculos del covid como pueden.
La ilusión por su profesión, que mantienen intacta pese al paso del tiempo, es clave a la hora de continuar. "Seguímonos ilusionando con cada cousa que facemos, metémonos no seu mundo e tamén aprendemos moito con eles", aseguran, deseando que este centro continúe lleno de vida durante muchas otras décadas más.
HISTORIA. Esa continuidad es clave para mantener vivo en el recuerdo el plantel escolar de A Barosa, que le da nombre a la actual escuela, y que se levantó gracias al esfuerzo de los emigrantes en Cuba a través de la Sociedade de Instrucción, Recreo e Protección Mutua Naturales del Ayuntamiento de Puentes de García Rodríguez.
Ubicada en la parroquia de A Vilabella y ligada históricamente a la enseñanza, en A Barosa se impartieron clases de primaria a muchas generaciones de ponteses entre 1929 y 1960. El lugar desapareció a finales de los 50 por la actividad industrial de la Empresa Nacional Calvo Sotelo, y hoy permanece sepultado por las aguas del lago, dicen que donde está una de las islas.
Documentos para el recuerdo
Listado de vecinos
En el primero de ellos, se recoge un listado de vecinos de la parroquia de A Vilabella que hicieron sus aportaciones para colaborar en la construcción de la escuela y se puede leer una nota aclaratoria en la que se explica que «algunos se negaron rotundamente a contribuir». También se indica cuáles fueron los gastos derivados de la construcción del centro, desde los jornales por días de trabajo al coste de los materiales.