Arte rupestre con un toque de misterio

La Asociación de Amigos do Museo de Vilalba y el propio Mupav colaboran en la puesta en marcha de una serie de paneles temporales para difundir piezas como el petroglifo de Vilagondriz

Presentación del panel, en el museo vilalbés. C.PÉREZ
photo_camera Presentación del panel, en el museo vilalbés. C.PÉREZ

en los años 70,

un agricultor llamó a la puerta de José Ramil Soneira para entregarle un curioso hallazgo. Había encontrando una piedra en una finca que estaba roturando en Lanzós y, al ver sus grabados, pensó que podría estar ocultando un tesoro, que no halló. «Como vio que no era así, apareció en casa de mi padre y por eso el petroglifo de Vilagondriz no está perdido», cuenta el director del Museo de Prehistoria e Arqueoloxía de Vilalba (Mupav), Eduardo Ramil Rego.

A este curioso ejemplo de arte rupestre dedican el Mupav y su asociación de amigos el tercero de sus paneles trimestrales, una uniciativa surgida para dinamizar las exposiciones del museo, ofrecer contenidos diferentes a los visitantes y dar a conocer tanto «piezas notables como yacimientos, conceptos o preguntas recurrentes», precisa Ramil.

El petroglifo de Vilagondriz, que forma parte de la exposición permanente del museo -se renueva cada lustro, más o menos-, es un elemento singular rodeado de incógnitas, empezando por su propia concepción.

Lo habitual es que este tipo de manifestaciones artísticas se localicen en grandes superficies pétreas, pero en su caso todo parece indicar que fue ideado «de modo exento». «Los grabados llegan a la periferia de la pieza y no se cortan; si se tratase de un fragmento los motivos se cortarían», precisa Ramil, que añade además que «está grabado por los dos lados, en la parte posterior tiene cazoletas, por lo que todo parece indicar que fue concebido así».

También resulta difícil datarlo, ya que los petroglifos fueron comunes entre 2.500 y 1.000 años antes de cristo y la mayoría se datan por el tipo de dibujo que presentan -por ejemplo, los puñales de espigo o las alabardas son característicos de los inicios de la Edad de Bronce- o los restos y sedimentos de su entorno. El de Vilagondriz tiene «motivos circulares, que tienen una horquilla cronológica mucho más amplia, por lo que no hay una datación exacta», apunta el director del Mupav.

El lugar donde fue hallado, «una llanura aluvial», sin más restos próximos que unas medoñas a un kilómetro que no se cree que tengan relación con él, tampoco ayuda a arrojar luz sobre su origen. «Es misterioso qué pinta ahí», indica el historiador vilalbés, que recuerda que no estaba en la superficie, sino que fue hallado al trabajar la tierra.

Los misterios que rodean el petroglifo de Vilagondriz son también las razones que lo convierten en una pieza singular -en Buriz hay otro exento, pero no se sabe si ya fue ideado así- y que motivan que sean el protagonista de un panel en el que se ofrecen otros de sus aspectos característicos, como el material, que no es granito, sino una metarenisca de grano fino, que es laminada, lo que permitió al artista trabajar en distintos niveles, con más profundidad y volumen, según especifica Ramil.

La presentación del panel se acompaña de la elaboración de un folleto explicativo, tal y como ya se hizo con los protagonistas de los dos primeros temas trimestrales, el Biface de Ribadeo -un utensilio de cuarcita usado para cavar o cortar, propio del Paleolítico- y el Machado de Tope de Rioaveso -una herramienta característica del litoral atlántico peninsular que se atribuye a la última etapa de la Edad de Bronce-.

El colgante de Férvedes, hallado en Xermade y que es uno de los restos más antiguos de Galicia, o el puñal de piedra pulida de Carballido, de los que solo se tiene constancia que existan tres o cuatro en Galicia, son las opciones que el Mupav y Amigos do Museo barajan para los próximos trimestres, con su correspondiente panel y su "flyer", una sencilla publicación que ya se está convirtiendo en un objeto de coleccionista.

«La gente los lleva para guardarlos, así que incluso nos estamos planteando diseñar unha carpeta para que puedan coleccionarlos, como si fuera una guía catálogo por entregas», apunta Ramil con un guiño hacia el público fiel del Museo de Pehistoria e Arqueloxía de Vilalba.

A este, y a cualquier persona interesada, van dirigidas las actividades programadas hasta final de año. Los más inmediato, el 9 de noviembre a las 19.30 horas en el Parador de Vilalba, será la tercera jornada del programa Vilalba coa Ciencia, en la que se homenajeará al Catedrático de Medicina Emilio Bouza Santiago.

Para el fin de semana del 24 y 25 de noviembre está previsto un viaje cultural a A Fonsagrada y el 15 de diciembre se desarrollará la octava sesión de las visitas Coñece a Terra Chá, centrada en las torres medievales de la comarca.

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