Ana Núñez: "En el colegio de Muimenta hay una mesa vacía que no se va a ocupar"

El 112 Galicia activó al Grupo de Intervención Psicolóxica en Catástrofes e Emerxencias ante la trágica muerte de la menor de Muimenta. Y estos días se movilizaron seis psicólogos y dos jefas de guardia para atender a la madre, apoyar a la familia y asesorar a los profesores

Ana Núñez Rubines. EP
photo_camera Ana Núñez Rubines. EP

Ante la trágica muerte de la pequeña de siete años en Muimenta se activó el protocolo y el 112 movilizó al Grupo de Intervención Psicolóxica en Catástrofes e Emerxencias (Gipce), que coordina Ana Núñez Rubines, y que se gestiona a través de un convenio entre la Xunta y el Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia. Son claves en las primeras 72 horas tras el suceso. El primer apoyo. 

¿Cómo se coordinó la intervención en Muimenta? 

El 112 nos activó tras el primer aviso, como siempre que hay un menor fallecido. Movilizamos seis psicólogos y dos jefas de guardia en estos días. Estuvimos ayer en el Ceip de Muimenta, con la madre en las primeras horas y hubo una demanda de la familia para dar apoyo en el tanatorio. Es el primer batacazo de realidad. El primer momento es de incredulidad, pero en el tanatorio es donde empieza a aflorar todo, más cuando es un menor como en este caso. 

Si para un adulto es difícil, ¿cómo se trabaja con los niños? ¿Cuál fue la actuación en el colegio? 

Trabajamos con la dirección y con los profesores para que sean ellos los que hagan la labor con los alumnos. Nosotros somos unos desconocidos para ellos y para intervenir con niños lo mejor es que lo haga la persona más cercana afectivamente. 

¿Qué se recomienda a los docentes en un caso así? 

Los asesoramos sobre lo que se puede hacer a nivel centro y a nivel aula, porque ahora queda una mesa vacía en clase, que no se va a volver a ocupar, y eso se lo tenemos que explicar a los niños. A nivel centro, a veces se hace algún acto de despedida, homenajes con fotos, dibujos o poesías que sirven para hacer un cierre y para tratar de que todo vuelva a ser normal o, al menos, lo más parecido a lo de antes. 

Adaptándonos a ellos, a los niños hay que contarles la verdad siempre y explicarles que la persona no va a volver

¿Y la mesa vacía? ¿Qué pasa con ella? 

Normalmente se deja unos días, por si quieren hacerle un dibujo, escribirle una carta... Y dejarlos allí. Y pasando unos días, normalmente aprovechando un fin de semana o unas vacaciones, se retira. O se les deja a ellos la decisión. Pero se anticipa desde el principio que la mesa se va a retirar. 

¿Un niño de siete años es capaz de entender lo que pasa? 

Es una edad en la que no todos entienden el concepto de la muerte, que es universal, que nos va a pasar a todos, e irreversible, que no hay vuelta atrás como en los dibujos animados, que ya no va a tener frío, que no necesita comer... 

¿Y en casa? ¿Cómo se tienen que enfrentar los padres a las preguntas sobre la muerte? 

Adaptándonos a ellos, hay que contarles la verdad siempre y explicarles que no va a volver. Las metáforas como que se quedó dormida o en el cielo generan miedos irracionales. Pueden pensar que si se van a dormir se pueden morir o que desde un avión pueden ver a su ser querido. Proyectamos nuestros miedos en los niños y cuando les dejamos lagunas las intentan completar con imaginación y, a veces, lo que completan es peor que la verdad. 

¿La protección excesiva es peor entonces? ¿Los adultos sabemos gestionar las emociones? 

No les contamos a los niños para que no sufran, pero si un compañero no vuelve a clase ellos notan la ausencia. Ya no van a volver a verlo ni a jugar en el patio. Y no se puede hacer que eso no existe. Tenemos que darles permiso para expresarse, para pedir más confort, decirles que si se encuentran tristes nos pidan un abrazo y hacerlo también nosotros, pedirles un abrazo a ellos porque estamos tristes. Y no pasa nada por llorar. Es nuestra forma de expresar y no es nada malo. Es lo que toca. 

¿Hay que ser más permisivo tras un suceso así? 

Lo mejor es seguir con las rutinas de siempre, aunque hay que adaptarse un poco si le cuesta más comer, dormir... Pero hay que recuperar nuestras rutinas para seguir hacia adelante. Muchos niños sorprenden a los adultos porque en un primer momento hacen como si no pasase nada y siguen jugando porque no entienden el concepto. Con el tiempo lo van a manifestar. 

Los siete años es una edad en la que no todos entienden el concepto de la muerte, que es universal e irreversible

¿Cuándo hay que tomar medidas? 

Pasadas tres semanas si hay comportamientos extraños, si tienen miedos irracionales... se recomienda que vayan al psicólogo o al pediatra. 

¿Y qué pasa si no es una muerte natural? ¿Cómo hay que tratar a los menores? 

Tenemos que explicar hasta donde podemos. Hay que hablarles sin mentirles pero tampoco darles detalles excesivos ni morbosos. 

¿Y si se enteran de esos detalles? 

La verdad también. Y se acaban enterando. Ellos, aunque no nos demos cuenta, están escuchando el telediario o a nosotros mismos cuando hablamos y ahí también hay que darles seguridad. 

En un caso extremo. ¿Cómo se explica que alguien puede matar? 

Diciéndole que son muy poquitos casos y que la persona, el homicida, estaba muy muy enfermo y que no era capaz de pensar. Darles señales de que son casos muy extraordinarios y que ellos están en un sitio seguro.