Un lucense cruzó Europa para que una pareja ucraniana se reencontrase

Néstor Teijeiro recorrió 1.200 kilómetros, desde Holanda a Polonia, para ayudar a un amigo a reunirse con su mujer en la frontera con Ucrania, que huyó con su gato de las bombas en Kiev
Elia Brylova y Misha Penievskyi, en Kiev, antes de la guerra. EP
photo_camera Elia Brylova y Misha Penievskyi, en Kiev, antes de la guerra. EP

De una forma u otra, la guerra hizo que Néstor Teijeiro Prado -un consultor informático lucense asentado en Holanda- volviese a ver a Misha Penievskyi, un joven director de cine ucraniano, amigo de un excompañero, de la misma nacionalidad, con el que compartió aulas en Polonia hace años como estudiante Erasmus.

Néstor y Misha se reencontraron el pasado viernes en Maastricht, donde vive el lucense, tras enviarle este un correo interesándose por su estado después de la invasión rusa de Ucrania. Casualmente, Misha no estaba en su país. Días antes, había viajado a Holanda para visitar a su hermana. Sin embargo, ese correo fue muy oportuno. Ese mismo viernes, su mujer, Elia Brylova, metía lo más necesario en una maleta y, acompañada de su gato, Stephen, cerraba la puerta de su apartamento en Kiev para dejar atrás las bombas y salir lo más rápido posible del país en dirección a la frontera con Polonia.

En su huida, Elia se unió a otros familiares, once personas repartidas en dos coches, entre las que había un niño pequeño, un hombre que superaba los 60 años, otros dos más jóvenes que tuvieron que dar la vuelta en la frontera porque podrían ser llamados a filas, siete mujeres y un gato.

Desesperado, Misha le contó lo que pasaba a Néstor y el lucense no se lo pensó ni un segundo. Cogió el coche y se dispuso a hacer 1.200 kilómetros cruzando Europa desde Holanda hasta la frontera de Polonia con Ucrania, en Medyka. "Foron catorce horas de viaxe e chegamos a Cracovia, que está a 200 quilómetros da fronteira, sobre as dez da mañá do sábado pero xa nos enteramos de que, despois dun día de viaxe, Elia non dera cruzado porque había moitísima xente para pasar a fronteira. A viaxe foi desesperante porque xa ir de Kiev á fronteira lle levou dous días cando se chega en seis horas e media en condicións normais, pero había moitos atascos á saída de Kiev e non avanzaban nada", indica Néstor.

Misha y Néstor no llegaron a ir hasta la frontera y se quedaron en Cracovia. Por dos motivos: Elia tardaría tres días en poder cruzar y porque vieron, en foros de internet, que los accesos estaban colapsados por los polacos, que se lanzaron en masa a prestar ayuda a los refugiados de guerra. "Había un montón de xente agardando aos refuxiados con roupa e comida e tamén para transportalos a sitios onde os están acollendo. Realmente, había máis xente disposta a axudar que refuxiados", cuenta Néstor, quien afirma que nunca sintió miedo. "O que fixen eu, faríao calquera nesa mesma situación", afirma.

HUNGRÍA. Néstor dejó a su amigo en Cracovia el domingo y retornó a Holanda. Entre tanto, Elia y el resto de sus parientes decidieron cambiar de rumbo -dado que el frío era intenso y las colas no se movían- y dirigirse el lunes a la frontera con Hungría. Estaban muertos de miedo, exhaustos, sin apenas dormir ni comer, pero llegaron. Este martes, sobre la una de la tarde, lograron entrar en ese país y dejar la guerra atrás y este miércoles Misha podrá reencontrarse con Elia y Stephen en Bratislava, la capital eslocava, tras la semana más angustiosa de sus vidas. "Aún sigo preocupado porque mi familia y mis amigos están en peligro en Kiev. Siento ansiedad y rabia a la vez", cuenta Misha, que aún tiene esperanza "en que el mundo ayude a Ucrania a ponerse en pie".

Elia se pasó la jornada del martes durmiendo tras cinco días sin apenas descanso. "Está rota, totalmente en shock, muy estresada y deprimida por todo lo que pasó, sin saber cuándo podremos volver. Además, su hermano fue capturado por los rusos y estos le hacen luchar contra los ucranianos, lo que es terrible", dice Misha.

La pareja planea marcharse a Holanda, donde a Misha, afortunadamente, lo sorprendió la guerra puesto que si estuviese en Ucrania ya no podría salir del país y tendría que coger las armas.

El gato: "No tiene chip pero lo dejaron pasar"
Elia y Stephen, en la frontera. EP
Elia y Stephen, en la frontera. EP
Elia Brylova no se quiso desprender de su gato, Stephen, en su huida de las bombas y se lo llevó en brazos. El animal no tenía chip identificativo y ese podría ser un problema a la hora de cruzar fronteras. Sin embargo, al final, eso no resultó ningún problema.

Problemas. "Afortunadamente, nadie preguntó en la frontera por la documentación del animal. Si no, podríamos haber tenido un gran problema. Tuvimos suerte pero, por lo general, la gente está apoyando mucho a los refugiados ucranianos", asegura su marido, Misha Penievskyi. De todas formas, ahora, que ya van a estar juntos y en territorio seguro, identificarán al gato con un chip para no tener problemas en su futuro viaje a Holanda. Stephen tendrá que ir al veterinario pero también por otro motivo: respira mal. "Y, además, llora mucho. Estuvo también muy estresado por tantas horas de carretera", afirma Misha.

Memes. Después de todo lo pasado y del sufrimiento que envuelve su país, Misha no quiere despedirse de este reportaje sin decir algo más: "Mi mujer y yo apreciamos mucho el sentido del humor de los ucranianos. Todas las redes están llenas de memes que nos ayudan a no estar completamente deprimidos. Los ucranianos somos capaces de encontrar algo positivo incluso en la tragedia. Son memes sobre la victoria de Ucrania y sobre lo estúpido que es Putin, que no ganará esta guerra", dice.

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