Jubilados contra la brecha digital: "Es un abuso, nos hacen parecer inútiles"

Lucenses explican el hartazgo por la exclusión tecnológica que ha hecho estallar su revuelta en defensa de una atención próxima. Los bancos y la Administración están en su punto de mira
Una mujer lleva la cartilla al cajero. AEP
photo_camera Una mujer lleva la cartilla al cajero.AEP

Los jubilados se han levantado en armas contra la exclusión tecnológica. Las limitaciones impuestas por los bancos, que cierran oficinas y evitan atenderlos personalmente, han sido la gota que ha colmado el vaso. Indignados, se han echado a la calle, porque puede que internet no sea lo suyo, pero saben pelear.

"Los jubilados estamos perdidos. La banca y la Administración nos desahucian y esto no puede ser", dice Xosé Soengas. Él, por trabajo, tuvo que adaptarse a cambios tecnológicos y maneja más herramientas que muchos otros jubilados, pero cree que ha llegado el momento de decir basta. "Vas a hacer un ingreso y te dicen que lo hagas en la calle, en el cajero. Que no pasa nada si te roban, que hay un seguro. Pues bien, habrá un seguro, pero yo no quiero que me pongan una navaja en el cuello", apunta este chantadino.

De esa frustración de que el banco te ponga en la calle saben casi todos. "Todos los meses tengo que hacer un pago y en el banco no me permiten hacerlo en ventanilla. Me exigen que lo haga en el cajero y encima me cobran comisión", se queja Julio Reija, que se lamenta de que, para más inri, cierran oficinas y ahora hay que hacer kilómetros para encontrar una. "Nos ponen pegas gordísimas y yo no sé si aprenderé en mi vida a usar la banca online", dice.

E incide también en la inseguridad física a la que les aboca la nueva política bancaria. "Yo no me fío de meter dinero en un cajero y si tengo que hacer un ingreso de una cantidad importante, me niego a tener que hacerlo en la calle".

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En las mismas se ve José Antonio Aguado. "O vas al cajero o no puedes resolver nada, y encima te cierran oficinas. Un día llegué a la de Fonte dos Ranchos y solo quedaba un cartel avisando de que había que ir a la Avenida da Coruña y que, para ser atendido, había que pedir cita", cuenta para resumir lo que está pasando.

"Si nos dejamos ir, no tenemos banco", cuenta Aguado para explicar la revuelta de los mayores. Pero recuerda que el problema no es solo con los bancos: "Para entregar un papel en el Concello tuve que pedir cita y encima me la dieron para dentro de una semana".

Los jubilados, como cualquier colectivo, no son un bloque homogéneo. Muchos, sobre todo los más jóvenes, manejan bastantes herramientas, No obstante, es común el sentimiento de que hay una brecha digital que les excluye. Y no se resignan.

Ejemplo de quien se desenvuelve con muchas tareas digitales es Charo Fernández, que aunque solo fuera por trabajo tuvo que aprender a operar en internet y desde hace muchos años hace gestiones bancarias a través del cajero. Pero también ella siente que cada vez se les ponen más difíciles las cosas a los mayores. Ve cómo a muchos ancianos se les ha dejado fuera y cuenta que ha visto en los cajeros escenas que daban ganas de llorar de gente impotente: "Es un abuso, nos hacen parecer inútiles".

Pero además Chelo percibe un gran riesgo para los jubilados más jóvenes. "En 10 o 15 años ya no habrá jubilados que no sepan manejarse y yo entiendo que hay que adaptarse, pero deben asumir que en este momento la gente necesita ayuda", reivindica esta lucense, a la que le parece el colmo que a la transición tecnológica haya que sumar la lingüística. "Tienes que ir a internet y te encuentran con un montón de términos en inglés que no sabes muchas veces ni lo que significan. No pueden pretender que a esta edad la gente vaya a aprender inglés", enfatiza.

Pepe Franco también tiene un manejo bastante ágil de las nuevas tecnologías. Sin embargo, reconoce que hay operaciones que no hace vía telemática y que hay veces que echa mano de los hijos para algunas gestiones.

Trabajó 34 años en un banco y dice que clientes que alguna vez discutieron con él ahora le dicen por la calle que lo echan de menos. Y él lo que echa de menos es el trato que se daba antes al cliente. "Yo adoré mi trabajo y pensaba que hacía un servicio a la sociedad igual que lo hace un camionero o un panadero, pero ahora a veces me avergüenzo al ver en qué se han convertido los bancos", dice.

Pese a su considerable independencia, dice que hay situaciones en las que "te ves abandonado y veo gente de ochenta y más años en situaciones muy tristes".

Él tiene banca online. Pero cree que no vale para todo. Ni se le ocurre, por ejemplo, contratar un servicio financiero por esa vía. "No es lo mismo tener alguien delante que te explique las cosas que tener que descargar páginas y páginas de un contrato en el que a lo mejor hay algo escondido casi para que no lo veas", sostiene.

Pero no solo es que las nuevas políticas bancarias les aíslen y les generen inseguridad, incluso física. Los mayores sienten que, a la vez, se multiplican las formas de abuso contra ellos.

"Todo son cortapisas", señala el focense Julio Fernández, al que le parece de escándalo que "retirar dinero se convierta en una complicación y que tengas que pagar por retirar fondos si vas a la oficina". Los limitadísimos horarios de oficina y pegas, como la de exigir cita previa, le parecen un despropósito.

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Maricarmen Lombao siente que está hundida en la brecha tecnológica y reconoce que para cualquier gestión con la banca online está en manos de sus hijos. Cuenta que ha llegado a sentirse muy mal atendida en su banco y recuerda con horror el día en que se avinieron a hacerle una gestión, pero acabaron obligándola a salir a la calle a obtener en el cajero el comprobante de la operación. Cree que las formas dejan mucho que desear.

En su caso, está también al frente de una asociación, Corazóns Artesáns, y dice que para las operaciones del colectivo depende de otras integrantes de la asociación, ante el cierre de servicios.

La banca ha hecho estallar el descontento, pero los mayores arrastran el malestar desde hace mucho tiempo y la Administración está también en el foco. Hacienda parece llevarse la palma de las quejas. "Hacienda es un desastre, yo creo que es el organismo peor atendido de la Administración", sostiene Julio Fernández.

Charo Fernández, en tanto, cuenta que ella ya recurre a una gestoría para las gestiones, porque sabe que en la administración se va a topar con barreras.

La única herramienta que parece convencer a casi todo el mundo es la del Sergas. Algunos dicen que no la usan porque tienen un seguro privado, pero la mayoría la utilizan y creen que es fácil entenderse con esa app.

En general, el desafío es enorme para todos y esperan que las movilizaciones abran brechas y obliguen, sobre todo a los bancos, a dar una marcha atrás.

Algunos advierten que hay que respetar la forma de ver el mundo también de los mayores, por mucho que haya cambios imparables. "Somos mayores, no sabemos nada de esto y nuestra forma de actuar es distinta. Yo, por ejemplo, compro una chaqueta si la necesito y si la que veo en la tienda me interesa. Nunca voy a a ir a internet a comprar por comprar", dice José Antonio Aguado para explicar las diferencias generacionales.

Otros esperan cambios, pero con cierto recelo. "Pagamos el rescate de los bancos y ahora hacen esto. Espero que no acaben cobrando también de todos si tienen que corregir lo que han hecho", dice Xosé Soengas.

Soy Mayor, no idiota
Los jubilados lucenses iniciaron hace unos días sus movilizaciones contra las limitaciones que les imponen los bancos e hicieron un llamamiento al boicot de las entidades financieras. El primer paso lo dio un jubilado valenciano, que lanzó la campaña Soy mayor, no idiota y reunió 600.000 firmas para instar al Gobierno a tomar medidas.

Reacción
Las protestas ya han provocado las primeras reacciones y entidades como Abanca, Santander o BBVA anunciaron que ampliarían horarios. Existe también el plan de reforzar la formación tecnológica de los mayores.