Cerca de 3.000 cofrades recordarán la pasión de Cristo en once procesiones

Estas celebraciones urbanas se impusieron a las tradiciones de la zona rural donde, hasta mediados del siglo XX, pervivían los calvarios, el toque de carraca o los huevos de Pascua
Procesión de la Virgen de los Dolores en 2019. XESÚS PONTE
photo_camera Procesión de la Virgen de los Dolores en 2019. XESÚS PONTE

Cerca de 3.000 cofrades se preparan en Lugo para celebrar la primera Semana Santa tras dos años de pandemia. Las once procesiones siguen siendo el eje de la celebración en la ciudad, donde los capirotes y los hábitos constituyen una seña de identidad de cada una de las seis cofradías.

Sin embargo, la Semana Santa también tenía, hasta hace poco más de medio siglo, un fuerte arraigo en la zona rural donde, a falta de capirotes y grandes procesiones, se conmemoraba cada año la pasión de Cristo con tradiciones que se transmitían de generación en generación, no exentas de menos religiosidad que las celebraciones del ámbito urbano, pero que en las últimas décadas acabaron por desaparecer.

El "preceuto", los calvarios, la carraca o los huevos de Pascua son algunas de aquellas tradiciones de la primera mitad del siglo XX que el historiador José Manuel Abel Expósito recoge en www.semanasantadelugo.com, la página web de la Junta de Cofradías de Lugo.

La Semana Santa rural se iniciaba con la costumbre de "cumplir o preceuto (precepto)". Es decir, confesarse antes de Pascua. Para ello, "se citaba a los vecinos de una parroquia dentro de la iglesia para poder confesarse", afirma José Manuel Abel. Se hacía unos días antes de la Semana Santa.

Una vez confesada toda la parroquia, el primero de los oficios religiosos era la bendición de Ramos. "Eran famosos los ramos de gran tamaño que llevaban los mozos, alguno de los cuales no entraban en altura por la puerta del templo. Estos ramos eran llevados para las casas y se guardaban en los "faiados", quemándose alguna rama en los días de tormenta a manera de protección, práctica que se extendía a la propia ciudad y desapareció a medida que desaparecían las cocinas de leña", dice el historiador.

CALVARIOS. Cada parroquia tenía su calvario. Esto era un itinerario por el que se rezaba el viacrucis. El camino estaba marcado con cruces, que se correspondían con una estación. Una de las parroquias con mayor número de cruces es la de Santa Cristina de San Román, donde se conservan diez.

En otra parroquia, Santiago de Saá, era tradicional, en el siglo XIX, la procesión de Sudarios, con la imagen del Ecce Homo, el Miércoles Santo, acompañada solo de hombres. Tras ella, vendría la de Tinieblas, en la que se hacía el mayor estruendo posible usando para ello carracas de madera.

El Jueves Santo se procedía al lavatorio de pies que era realizado por el párroco a los más pobres, a los cuales se les daba después una merienda. También se encerraba el Santísimo en un sagrario, engalanado por los vecinos con flores y velas que luego recogían para encender en casa los días en los que había tormenta.

TRABAJO. Desde el jueves y hasta el sábado a mediodía, no se podía trabajar en el campo. En Santa Marta de Fixós, si alguien era sorprendido por el toque de campanas de la iglesia cuando iba con el carro de las vacas, este tenía que liberar el ganado del yugo regresando después el Sábado Santo al mismo lugar.

Ese día se acaba el luto y el recogimiento con los sones de la campana de la iglesia tocando a gloria. Esa noche era costumbre que la gente se llevase agua bendita a casa. También se aprovechaba para bendecir las fincas y el ganado.

HUEVOS. Algo totalmente perdido fue la celebración de la fiesta de los huevos de Pascua el Domingo de Resurrección. Según cuenta José Manuel Abel, "ese día los niños reunían la mayor cantidad de huevos que podían y se iban a las orillas de los ríos a comer tortillas". Los lugares elegidos en Lugo eran las aceñas del Obispado cercanas a la capilla de San Lázaro, los "muíños" del río Fervedoira o el Rego dos Hortos.