Balbina Lamazares celebra los cien años "sin una cana y con piperetes"

Las Hermanas de la Cruz dieron una fiesta a esta palense, que lleva algo más de un año residiendo con ellas ▶ La centenaria intentó ser monja dos veces, "pero en el convento enfermaba", y cambió la falda por el pantalón a los 99 años
undefined
photo_camera Balbina Lamazares, este viernes durante su fiesta de cumpleaños. EP

Balbina Lamazares Varela recibe en la vivienda comunitaria que las Hermanas de la Cruz tienen en Lugo con una preciosa toquilla de lana verde que ella mismo tejió hace años "y sin una cana", bromea. A sus cien años, que cumple este sábado, alguna tiene, pero nada más empiezan a asomar reclama a la peluquera. Porque Balbina es "coqueta", cuenta la hermana Luz. Le costó cambiar las faldas por los pantalones porque hasta los 99 años no había vestido una, pero se rindió a la comodidad y abrigo de esta prenda.

El pantalón se lo sacó este viernes, día en que la comunidad le preparó una merienda especial junto a las compañeras de la residencia y de algunos de sus sobrinos, "que la adoran y la visitan muy a menudo", explica la hermana Luz. 

Balbina pasó por la peluquería y se puso su mejor traje para soplar las velas y recibir "algunos piperetes", dice sobre los detalles con que fue obsequiada. Lo que no hizo fue pintarse los labios porque nunca en su vida lo necesitó, asegura. "Era muy guapa", afirma entre risas. Con ese mismo buen humor confiesa que tuvo "¡muchos novios y con mucha pasión por mí!", pero que ella "los miraba de lejos".

"Nunca me pinté los labios porque no me hacía falta, era muy guapa", cuenta esta centenaria que intentó ser monja dos veces 

De quinceañera le gustaba pensar en el matrimonio, pero la vida no la llevó por ese camino. En realidad, a ella le hubiera gustado ser monja, como su hermana Carmiña, agustina que murió hace unos meses en la congregación lucense. Lo intentó dos veces, pero en las dos ocasiones tuvo que abandonar porque en el convento se ponía enferma, cuenta.

Pero la vida le tenía reservado otro "convento", la vivienda de las Hermanas de la Cruz, y en este sí es feliz, asegura. "Todos me quieren y a todos quiero". El rezo y las lectura religiosas ocupan parte de su tiempo porque la televisión le aburre. Tampoco quiere saber nada de política, advierte. "A mí me llamaban el segundo cura", cuenta sobre su vida en Lestedo (Palas de Rei), su lugar de origen.

Allí vivió gran parte de su vida, con sus padres y sus hermanos. "Siempre fuimos una piña", presume. Trabajó mucho, en el campo y en casa, porque no había dinero para estudiar. "Hacía de todo lo que podía. ¡Y más de lo que podía!  Cosechar, segar, guardar el ganado, calcetar, coser...". Cree que el trabajo y la comida sana —"comíamos lo que cosechábamos"— son el secreto de su longevidad. Eso y los genes, porque en Bilbao conserva una hermana de 104 años. "¡Tenemos buena correa!", bromea, más que dispuesta a seguir soplando velas.

Comentarios